Vivir los mandamientos en familia

El lugar privilegiado para vivir los 10 mandamientos de la ley de Dios es la familia. Esto dice la Sagrada Escritura: “Escucha, Israel. El Señor es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Queden en tu corazón las palabras que te he dicho hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tantos si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado” (Dt 6, 4-7).

Es interesante que los diez mandamientos nos hablen de los deberes esenciales del hombre. Algunos de nosotros en algún momento hemos pensado: “Yo soy bueno… no robo, no mato, no digo mentiras, no cometo actos impuros, no hago mal a nadie…”. Sin embargo, esto no es el corazón del decálogo sino únicamente la condición indispensable para poder cumplirlos. Quien vive los mandamientos va más allá de estas prohibiciones y los practica positivamente.

¿Qué significa esto? Cuando se dice “no robaras”, mínimamente nos pide no apropiarnos de las cosas ajenas. Pero no es suficiente, porque nos invita a buscar la justicia con los necesitados y la caridad con los más pobres. “No matarás”, nos indica que no podemos quitar la vida a otra persona sea física o moralmente. Sin embargo, nos pide defender la vida, hablar bien de los demás, ser justos en nuestros juicios y apreciaciones sobre los demás. “No mentirás”, nos exhorta a hablar con la verdad, a buscar edificar al prójimo con nuestras palabras. “No cometerás actos impuros”, nos anima a amar más profundamente pero de una manera ordenada, no de forma egoísta.

Cada uno de los mandamientos encierra una formulación positiva que aspira a buscar la justicia y la caridad. Por eso, Jesús dijo que se resumen en dos: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. La familia es el lugar ideal para vivirlos.

Laureano López Saloma
Publicado en el semanario «Diócesis de Querétaro» el 20 de julio de 2014