Queridos jóvenes:
Con el recuerdo lleno de vida de nuestro encuentro en la Jornada Mundial de la Juventud del 2016 en Cracovia, nos hemos puesto en camino hacia la próxima meta que será, Dios mediante, Panamá en el 2019. Son muy importantes para mí estos momentos de encuentro y diálogo con ustedes, y quise que este itinerario se hiciera en sintonía con la preparación del próximo Sínodo de los Obispos, que está dedicado a ustedes, los jóvenes.
En este caminar nos acompaña Nuestra Madre, la Virgen María, y nos anima con su fe, la misma fe que ella expresa en su canto de alabanza. María dice: «El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí» (Lc 1,49). Ella sabe dar gracias a Dios, que se fijó en su pequeñez, y reconoce las cosas grandes que él realiza en su vida; y se pone en camino para encontrar a su prima Isabel, anciana y necesitada de su cercanía. No se queda encerrada en casa, porque no es una joven-sofá, que busque sentirse cómoda y segura sin que nadie la moleste. Ella se mueve por fe, porque la fe es el corazón de toda la historia de nuestra Madre.
Queridos jóvenes: También Dios se fija en ustedes y los llama, y cuando lo hace está mirando todo el amor que son capaces de ofrecer. Como la joven de Nazaret, pueden mejorar el mundo, para dejar una huella que marque la historia, la de ustedes y la de muchos. La Iglesia y la sociedad los necesitan. Con sus planteos, con el coraje que tienen, con su sueños e ideales, se caen los muros del inmovilismo y se abren caminos que nos llevan a un mundo mejor, más justo, menos cruel y más humano.
En este camino, los animo a que cultiven una relación de familiaridad y amistad con la Virgen santa. Es nuestra Madre. Háblenle como a una Madre. Con ella, den gracias por el don precioso de la fe que han recibido de sus mayores, y encomiéndenle a ella toda su vida. Como Madre buena los escucha, los abraza, los quiere, camina con ustedes. Les aseguro que si hacen esto no se van a arrepentir.
Buen peregrinaje hacia la Jornada Mundial de la Juventud de 2019.
Que Dios los bendiga.