Luis-Fernando Valdés
La filtración de información financiera de la Santa Sede sugiere que las reformas económicas del Vaticano están entorpecidas por una red de corrupción al interior de la Iglesia. ¿Cómo podemos leer críticamente esta noticia?
1. Un nuevo “vatileaks”. Como ya había ocurrido en 2012 con Benedicto XVI, fueron recientemente publicados dos libros, elaborados con material confidencial sustraído ilegalmente. El periodista Gianluigi Nuzzi publicó el libro ‘Via Crucis’ (ed. Chiarelettere), mientras que el colaborador de ‘L’Espresso’, Emiliano Fittipaldi, sacó a la luz ‘Avarizia’ (ed. Feltrinelli). Los dos libros habrían dado lugar a la detención del sacerdote Lucio Ángel Vallejo Balda y de la asesora para asuntos económicos, Francesca Chaouqui. (Clarin.com, 5 nov. 2015)
El efecto de ambas publicaciones es reforzar la falsa idea de que la Iglesia tiene interés de que no se destape la corrupción, y así evitar que quedara al descubierto una Iglesia mundana, solamente humana. Por eso, hace falta ser lectores exigentes para matizar la visión sesgada de esos libros. Veamos.
2. La información filtrada. Es interesante saber de dónde procede el material filtrado, porque eso echa abajo la supuesta aportación de datos secretos por parte de esos autores. Se trata de la información que la COSEA (Comisión Referente de Estudio y Guía sobre la Organización de las Estructuras Económico-administrativas de la Santa Sede) solicitó a las diversas entidades vaticanas que manejan fondos, con el fin de tener transparencia.
Es decir, la información que publican esos libros no es material “obtenido contra la voluntad del Papa o de los responsables de las distintas instituciones” (en palabras del portavoz vaticano Lombardi), como si la Iglesia no quisiera que se supiera que existen esos informes. Más bien se trata de datos ‘confidenciales’, como lo es la información económica de cualquier institución, pero no son ‘secretos’ en el sentido de las cuentas de una mafia.
3. ¿Corrupción para limpiar la corrupción? Fittipaldi declaró en una rueda de presa que su objetivo es mostrar “cuáles son las reformas (…) que hay que hacer en la Iglesia” para que “haya una verdadera transparencia”. Y en tono moralizante añadió que “la Iglesia Universal tiene un compromiso ético y moral, sobre todo para los creyentes, pero también para los no creyentes y para los agnósticos”. (RT, 4 nov. 2015)
A pesar de esa “buena voluntad”, Nuzzi y Fittipaldi cometen un delito para denunciar unos supuestos malos manejos, ya que, aunque el término “filtración” da a entender que el material se salió solo, como el agua que se filtra de una tubería, en realidad los datos publicados fueron obtenidos ilícitamente, mediante una sustracción o un robo. El fin no justifica los medios.
Además, la publicación indiscriminada de información delicada por parte de Nuzzi y Fittipaldi tiene otro efecto dañino, señalado por el p. Lombardi: que no se pondrá atención a las reformas y a la transparencia ya lograda, como la reorganización de los dicasterios económicos, el nombramiento del Auditor General, el buen funcionamiento del control de las actividades económicas y financieras, etc. (ACI, 4 nov. 2015)
El “Vatileaks 2” se queda lejos de ayudar a una verdadera reforma de la economía vaticana; al contrario, la información filtrada –y publicada sin un serio análisis financiero– sólo produce confusión y desconfianza hacia la Iglesia; y de paso deja de reconocer los verdaderos avances de la reforma que el Papa Francisco y sus colaboradores ya han conseguido. Más que filtración, parece complot.
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