Alocución en la UNIVA, Plantel Querétaro
1. Saludo con afecto al Rector de la Universidad Católica Doctor Mons. Guillermo Alonso Velasco, que nos visita, y cuya presencia mucho agradecemos. Saludo por igual al Director de este plantel Dr. Gustavo Muñoz Guzmán y a todo el claustro de profesores, miembros del Consejo, asesores y alumnos que nos acompañan.
2. He querido estar con ustedes, estimados profesores, para hacerles llegar mi saludo y expresarles mi afecto y gratitud por formar parte de esta institución con el encargo de la docencia universitaria. A nadie se oculta el papel determinante que desempeña el maestro en la educación del alumnos; si bien la educación consiste, en su base, en “educere”, en hacer salir, despertar e inducir las potencialidades de cada persona, en el modo de hacerlo y lograrlo se revela la sabiduría del maestro; es el arte propio y personal de “sacar a la luz” el saber y la verdad, ya dadas antes que nosotros, pero escondidas aún.
3. La Universidad Católica nació “ex corde Ecclesiae”. También esta Universidad nació del corazón de la Iglesia diocesana: de su Obispo y de un grupo de intelectuales, maestros, profesionistas, sacerdotes y matrimonios que, bajo el impulso de su fe y ante los retos que enfrentan en su vida cotidiana y el futuro mejor que esperan para sus hijos, hemos conjuntado esfuerzos para lograr un centro educativo superior que responda a los retos del México moderno dentro del mundo globalizado. Encontramos la mano tendida en la UNIVA, que con largos años de experiencia, nos ha brindado apoyo con la anuencia del señor Cardenal Juan Sandoval. Por este servicio le estamos agradecidos.
4. El comienzo de este camino ha significado un gran esfuerzo y sacrificio no sólo del Obispo diocesano, del P. Rector y del personal puesto al frente para llevar a cabo el proyecto, sino también de los fieles católicos. El edificio que ocupa es propiedad de la Diócesis y fue adquirido y remodelado con el dinero de los fieles, en su mayoría pobres. El pago que esperan es profesionistas capaces, servidores honestos, católicos sinceros, gente útil a la sociedad. Lo deben saber maestros y alumnos para tener presente a nuestros acreedores: la feligresía católica en su totalidad. A este esfuerzo común, ustedes los maestros suman su aportación que ahora quiero agradecer y solicitar con mayor urgencia, para lograr la finalidad específica nuestra: Ser una Universidad Católica. Una Universidad Católica se llama y es tal no sólo por haber brotado del corazón de la Iglesia, sino porque estos valores deben adornar nuestro propio corazón. Lo católico no está en el letrero de la fachada sino en la vivencia de nuestra vida. Necesitamos católicos de corazón para formar una Universidad Católica de verdad, y no defraudar a quienes han puesto en esta institución, precisamente por ese título, su confianza.
5. Los Obispos de México escribimos: “La Universidad (Católica) tiene un papel clave en la construcción de una cultura democrática. Brotó “desde el corazón de la Iglesia”, con ansias de saber y entender lo divino y lo humano. Su nombre apunta hacia la universalidad y hacia la unidad del saber y de las personas. La Iglesia reconoce las genuinas manifestaciones artísticas y de cultura superior que de ella brotan, las alienta y agradece. Más aún, la Universidad si es fiel a su identidad y vocación, forma la conciencia y estimula al compromiso social colaborando con la cultura democrática del país” (Carta pastoral: Del encuentro…, No. 380).
6. La Universidad Católica, precisamente por serlo, tiene como centro y fundamento a Cristo. No se puede llamar católica la universidad si no tiene a Cristo en su corazón; en el corazón de su rector, de su director, de sus maestros, de su personal, de sus alumnos. La “Luz de las naciones es Jesucristo”, dice el Concilio, “y su luz se refleja en el rostro de la Iglesia” (Cf LG 1). La Universidad Católica, como parte de la Iglesia, debe reflejar a Cristo. Cristo es el camino, la Verdad y la Vida, la Luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo y que busca la luz de la verdad. “En Él, en Cristo, todas las cosas tienen su consistencia”, dice san Pablo. Él es el fundamento y clave interpretativa de todo lo que existe. Quien no lo entiende así, es que no lo conoce. La fe no suprime ni menosprecia, sino que apoya y amplía el alcance de la razón.
7. Aquel filósofo griego, cuenta la leyenda, andaba con una lámpara a plena luz del día; interrogado ante conducta tan extraña, respondió: “Busco un hombre”. Pilato, sin saberlo, (porque Dios puede transformar un cobarde en profeta) indicó la respuesta correcta cuando presentó a Jesús, recién flagelado y coronado de espinas, ante la plebe diciendo: “Ecce Homo”: “He aquí al Hombre”. Al Hombre con mayúscula. Cuando Juan Pablo Segundo afirmó que “el hombre es el camino de la Iglesia”, se refería, en primer lugar, a Cristo; y en Cristo y por Cristo, a todos los hombres. Viendo al Hijo de Dios hecho hombre —el Redentor del hombre— podemos comprender algo el misterio del hombre: su dignidad, su vocación, su destino. Jesús es el gran provocador: Ante este Hombre el pueblo tuvo que escoger y nosotros tenemos que hacer nuestra elección. La plebe de entonces escogió a Barrabas. Podemos enmendar el error.
8. La Universidad Católica, estimados maestros, quiere abrir un espacio, dar una oportunidad a Jesús en la vida de todos los días, en las ciencias y en las artes, en el pensamiento y en el sentimiento, en la mente y en el corazón, en la fe y en la razón, en la creencia y en la vida, en la familia y en la sociedad. Quiere dar esa oportunidad a sus alumnos, para que se formen como verdaderos discípulos de Jesucristo, para que impregnen con la sal del Evangelio todas las estructuras sociales, políticas y económicas de nuestro mundo a venir, y no sigan engrosando el número de católicos vergonzantes que opacan la luz gozosa del Cristo en el rostro de la Iglesia. Quiere ser una oportunidad especialmente para ustedes, maestros, para que, con Cristo en el corazón, lo sepan descubrir y hacer brillar en cada una de sus disciplinas y saberes. Pero para ello, deben conocerlo. Les deseo un feliz encuentro con Él. Muchas gracias.
† Mario De Gasperín Gasperín Obispo de Querétaro