Estos días de Semana Santa la liturgia nos ha invitado a vivirlos en un espíritu de oración y reflexión, personal y comunitaria. Días que por la fe vivimos como un memorial, es decir, no sólo como el recuerdo de algo que pasó, sino como un hecho salvífico que se actualiza aquí y ahora.
El Evangelio de San Juan es una «re-lectura» del libro del Génesis: inicia con las mismas palabras («En el principio»); tiene la estructura de una semana inaugural de la actividad de Jesús, misma que evoca la semana de la creación que narra el Génesis; el jardín del que fueron expulsados Adán y Eva a causa del pecado se hace presente en el huerto o jardín donde Jesús es aprehendido y en el que es depositado ya muerto y que luego es testigo de su resurrección y aparición a María Magdalena: el ser humano está nuevamente en ese espacio en el se puede encontrar amistosamente con Dios. Por eso los primeros cristianos llamaron al acontecimiento Jesucristo una «palin-génesis», es decir, una re-creación.
Cuando por la fe se asume esta realidad, se entra en un proceso de conversión, de recreación que otorga el amor, la ternura y el perdón de Dios, y esto nos hace capaces de reconstruir las relaciones con los otros, el tejido social, pues la fe es al mismo tiempo lo más íntimo y personal, pero también lo más comunitario: creer es creer con los otros y a los otros.
En este contexto es válido escuchar las experiencias de re-creación personal, manifestadas a veces en la creación artística, como es el caso de un texto de Carl Theodor Dreyer (1889-1968): «Jesús de Nazaret» (Escrita originalmente en inglés, tenemos en nuestras manos la traducción de Ediciones Sígueme, Salamanca 2009). Es el guión para una película que nunca pudo filmar, en él expresa su «propia teoría acerca de los acontecimientos que precedieron al arresto de Jesús», misma que se ve influenciada por una experiencia personal que expresa en uno de los tres breves ensayos que incluye el libro: «algunos días después de que los alemanes invadieran Dinamarca, se me ocurrió que esa situación en la que los daneses nos encontrábamos era similar a la que habían padecido los judíos de Palestina en los días del imperio romano».
Rodar la película y trabajar en Hollywood fueron dos sueños que nunca pudo realizar el famoso cineasta. A la pregunta que le hicieron sobre si su película sobre Jesús perseguía algún propósito contestó: «Sí, lo persigue en la medida en que pienso que ayudará disminuir el antagonismo entre cristianos y judíos». Este sueño sí se le ha ido cumpliendo, el mismo día de su elección el Papa Francisco le envió un mensaje a Riccardo Di Segni, Rabino Jefe de la comunidad hebrea más antigua de la diáspora, la de Roma. “El día de mi elección como Obispo de Roma y pastor de la Iglesia Universal —dice el texto— le saludo cordialmente y le anuncio que la inauguración solemne de mi pontificado tendrá lugar el martes 19 de marzo”. «Confiando en la protección del Altísimo -prosigue el Papa- espero vivamente poder contribuir al progreso experimentado en las relaciones entre judíos y católicos a partir del Concilio Vaticano II, con un espíritu de colaboración renovada y al servicio de un mundo que cada vez esté más en armonía con la voluntad del Creador”.
El universo estético dreyeriano deviene así, de algún modo, profesía creativa.
Pbro. Filiberto Cruz Reyes