Cuando fue elegido Benedicto XVI por los cardenales, para ser el sucesor de Pedro, algunos “expertos” comentaron que sería un “papado de transición”: breve y sin mayor trascendencia histórica. ¿Sucedió así en realidad?
Cuenta el vaticanista Andrea Tornielli, en su libro “En defensa del Papa” (San Pablo, 2012, p. 9), que al día siguiente del Cónclave escuchó decir a un cardenal italiano: “Dos o tres años, sólo durará dos o tres años”.
En efecto, había algunos factores que podían dar pie a pensar así: se trataba de un Papa elegido a los 78 años, que tomó por nombre Benedicto explicando que el último pontífice que utilizó ese nombre había tenido un pontificado no muy largo. Pero, como explica el mismo Tornielli, “un pontificado no largo, debido a una edad ya avanzada, no significa pasar sin dejar huella”.
Antes de ese Cónclave, algunos vaticanistas sostenían que –después de 27 años de Juan Pablo II– hacía falta un Papa anciano, de transición, que dedicara sus pocos últimos años a arreglar los pendientes y los asuntos inconclusos del pontificado anterior. Luego se elegiría a un Papa más joven, con una nueva misión, ya no administrativa, sino más bien, evangelizadora.
Bajo esta óptica, el card. Ratzinger no era el “papable”, pues se suponía que “no es una persona idónea para la administración”, como afirmó uno de sus antiguos colaboradores poco antes de su elección (Pablo Blanco, “El Papa alemán”, Planeta, 2011, p. 326).
Sin embargo, la Providencia divina dispuso que fuera electo Joseph Ratzinger, que resultó ser un buen administrador. Así lo explica el vaticanista Marco Tosatti, quien destaca que, en lo referente al nombramiento de obispos, Benedicto estudia “los expedientes preparados para los tres candidatos de todas las diócesis, estudia las carreras académicas y la experiencia de los posibles futuros obispos y, al final, toma una decisión. Y no es raro que pida que le presenten otros candidatos, porque ninguno de los que integran le ‘terna’ le satisface. Es un trabajo tedioso, poco atractivo, pero la Iglesia de las próximas décadas estará agradecida de ello.” [Vatican Insider, 15.abril.2013]
Por otra parte, quizá algunos esperaban que el Papa alemán se limitara a terminar lo que dejó inconcluso Juan Pablo II. Pero más que una conclusión del pontificado anterior, Benedicto XVI ha sido la continuidad de su Predecesor.
El Santo Padre ha sorprendido al mundo por ser un Papa valiente, que enfrentó los problemas de la Iglesia y trató de resolverlos. Así, ha luchado contra la pederastia, ha tratado de resolver el cisma de los lefebvrianos, ha logrado atraer a muchos jóvenes al catolicismo y ha dejado tres Encíclicas que devuelven los valores espirituales al mundo contemporáneo.
Con apenas ocho años al frente de la Iglesia, el Benedicto XVI ha logrado echar por tierra algunos juicios ligeros sobre el Papado y los fieles. Por ejemplo, se decía que Juan Pablo II tenía carisma y que por eso iban multitudes a verlo. El Papa alemán, con un estilo muy diferente, también llena los eventos. Esto indica que los fieles católicos buscan al Papa, por ser Vicario de Cristo y no tanto por su carisma personal.
Todo esto nos pone en contacto con la realidad sobrenatural que hay detrás del Papado. No es la duración de un pontificado, sino la gracia de Dios y la fe y la sabiduría del Papa en turno, lo que dirige a la Iglesia. Ojalá esta sea la ‘clave de lectura’, cuando dentro de unas pocas semanas, las especulaciones sobre los “papables” se den cita en los medios.