El Papa Francisco es un apasionado defensor del ser humano y de la familia. Desde su episcopado en Buenos Aires y ahora como Pontífice, ha luchado para defender el matrimonio tradicional. ¿No será esto una utopía en el mundo de hoy y una discriminación para los que matrimonios que se han separado?
El pensamiento del nuevo Papa se puede conocer al leer sus mensajes como Pastor de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Ya en esa época podemos observar que la familia es un punto central en la mente y el corazón del entonces Cardenal.
Ante la crisis de la institución familiar en Argentina, Mons. Bergoglio fue claro al defender su identidad: papá, mamá e hijos, y la considera como el ámbito para la “maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre” (cfr. Mensaje 8 julio 2010).
Por eso, el jesuita denunció los peligros de la legislación argentina que aprobó el casamiento entre homosexuales, pues –dijo– que “está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia”. Advirtió que “está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada en nuestros corazones” (Ibídem).
En este contexto de la defensa de la familia, el entonces Cardenal también se pronunció contra el aborto. Ha dicho con claridad que “el aborto nunca es una solución”. Y, a la vez, ha pedido tanto que se tenga una gran comprensión:
“Debemos escuchar, acompañar y comprender desde nuestro lugar a fin de salvar las dos vidas: respetar al ser humano más pequeño e indefenso, adoptar medidas que pueden preservar su vida, permitir su nacimiento y luego ser creativos en la búsqueda de caminos que lo lleven a su pleno desarrollo” (Mensaje, 16 septiembre 2012).
Esta visión sobre la familia la ha confirmado desde su elección a la Sede de Pedro. Primero con sus gestos, pues desde sus primeras apariciones públicas se ha detenido a saludar familias y a besar a los niños.
Y también le ha dedicado un espacio muy importante en su primer acto solemne de Magisterio pontificio, que es la publicación de la encíclica “Lumen fidei”, escrita “a cuatro manos” con Benedicto XVI, que Francisco hizo suyo al firmarla.
Ahí, en el n. 52, afirma que “el primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia”. Y ahí reafirma el matrimonio “como unión estable de un hombre y una mujer”. Del amor de ambos, “signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual”, nace el matrimonio, “que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cfr. Génesis 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva”.
Para el Papa, este modelo de matrimonio no es una utopía. Explica que este paradigma es posible cuando hay fe en Dios, pues entonces los esposos sí pueden “prometer un amor para siempre”, porque entonces “se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada”.
Sin embargo, el Papa Francisco es realista y no niega que hoy sea difícil vivir según esta visión del matrimonio. Por eso, desde su época de obispo ha pedido que se estudie la manera de incorporar a la vida de la Iglesia a los matrimonios rotos o irregulares, porque nadie sea discriminado.
Al defender a la familia basada el matrimonio de un varón y una mujer, el Santo Padre no le cierra las puertas de la Iglesia a ninguna persona que no viva según este modelo (o sea, uniones sólo civiles, divorciados, etc.). En esto, el Papa Francisco también es un gran defensor del ser humano.