Luis-Fernando Valdés
A nadie le sorprende que el Santo Padre no haya logrado solucionar todos los conflictos que se le presentaron mientras estuvo al timón de la barca de Pedro. Como es lógico, cuando deje el Solio Pontificio, Benedicto XVI heredará una agenda de temas por resolver al siguiente Pontífice.
Posiblemente, uno de los asuntos más complicados para el próximo Papa será el cisma lefebvriano. El asunto se remonta la época de Juan Pablo II, y ya desde ese momento el entonces Card. Ratzinger hizo un gran esfuerzo para que los cismáticos volvieran a la comunión con la Iglesia católica.
Como es sabido, en 1969, Marcel Lefebvre, un obispo francés, fundó una asociación tradicionalista de sacerdotes, que no acepta algunos puntos centrales del Concilio Vaticano II, como la reforma litúrgica y el ecumenismo.
En 1988, Mons. Lefebvre ordenó a cuatro obispos sin el permiso pontificio, cayendo en una excomunión “latae sententia”, es decir, quedó fuera de la Iglesia, junto con esos cuatro ministros ordenados por él.
Juan Pablo II encomendó al Prefecto Ratzinger el diálogo con los lefebvrianos, sin embargo no se pudo conseguir nada. Poco después, el Papa polaco creó la Comisión “Eclesia Dei” para conferenciar con esta Fraternidad cismática, y algunos de sus miembros volvieron a la unidad con el Romano Pontífice.
Ya como Papa, Benedicto XVI ha tenido muchos gestos de complacencia con los lefebvrianos, aunque de parte de ellos la correspondencia ha sido mínima. En 2007, el diálogo se reanudó, a través de la Comisión “Ecclesia Dei”.
Ambas partes acordaron redactar un documento en el que se establecían las condiciones bajo las cuales, la Fraternidad volvería a ser aceptada en unidad con la Iglesia. La fecha límite para la respuesta era el 30 de junio de 2008. Y la contestación nunca llegó.
En 2009, Benedicto XVI hizo otro intento. El Santo Padre levantó la excomunión de aquellos cuatro obispos, el 21 de enero. Ese mismo día, la televisión sueca transmitió, por primera vez, una entrevista con Richard Williamson, filmada en diciembre de 2008, en la que este obispo lefebvriano minimizaba el Holocausto.
La prensa internacional criticó injustamente al Papa por apoyar a un negocionista. El Vaticano emitió un comunicado que las calificaba como “absolutamente inaceptables y firmemente rechazadas por el Santo Padre”, y aclaraba que eran “desconocidas por el Papa en el momento de la remisión de la excomunión”.
El 14 de septiembre de 2011, la Santa Sede entregó un “Preámbulo doctrinal” a la Fraternidad. Si lo firmaban prácticamente el cisma finalizaría. El Superior lefebvrista respondió negativamente en enero de 2012. Y lo mismo ocurrió con la aclaración enviada por él, el 17 de abril. Y, finalmente, el 6 de septiembre de ese año, la Fraternidad sacerdotal pidió tiempo indefinido para meditar su postura.
Aunque el cisma no está resuelto, durante el Pontificado de Benedicto XVI se dieron importantes pasos en el diálogo. El Santo Padre soportó muchas críticas por su interés de reconciliar a los “tradicionalistas” con la Iglesia. Como él mismo afirmó, también ellos son sujeto de la caridad del Vicario de Cristo. El Papa Ratzinger deja la base para que el siguiente Pontífice pueda resolver el cisma.