Recientemente ha causado furor la nueva estrategia de mercadotecnia de una de las empresas más importantes de bebidas refrescantes. Si el éxito en las ventas consiste en lograr que el consumidor sienta como propio el producto, qué mejor forma de hacerlo que grabando su nombre en sus envases. Pero ¿por qué es tan importante nuestro nombre?
El nombre da una identidad a la persona. Cuando va a nacer un hijo, una de las tareas de los padres es la de buscar un nombre para él. Dejando a un lado las modas o las extravagancias, muchos matrimonios se deciden por el nombre de algún familiar, ser querido con el que se identifican o algún personaje que se destaque por alguna cualidad o virtud. Esto como parte del legado que quieren transmitir a su hijo.
El nombre para el cristiano tiene un profundo sentido. Esto es así porque Dios llama a cada uno por su nombre desde el día de su bautismo hasta que llega a la eternidad. La relación de Dios con el hombre es siempre personal. Para Él no existen los apodos. Detrás del nombre, existe también una historia de amor entre los dos.
Para el creyente, el nombre va unido también a una misión. Hemos sido creados para que, al terminar la vida terrena, lleguemos a la bienaventuranza eterna. Por esto, es importante llevar un nombre cristiano o portar el nombre de algún santo, pues se convierten en protectores nuestros en el caminar hacia la patria celestial. El tener un intercesor y un modelo de vida cristiana siempre es útil para nosotros.
En conclusión, no te preocupes si tu nombre no está escrito sobre las latas de una bebida famosa. Esfuérzate, más bien, en hacer obras buenas en tu vida de manera que tu nombre quede escrito en el cielo y registrado para la vida eterna.
Pbro. Laureano López Saloma Publicado en el semanario «Diócesis de Querétaro», el 27 de julio de 2014