1. Los momentos celebrativos
La celebración de un Sacramento no es un momento aislado sino la culminación de un proceso; porque supone la formación de la comunidad evangelizada que celebra su fe y la proyecta en la caridad y solidaridad. Por eso, la celebración tiene un ANTES (la preparación), un EN (la celebración) y un DESPUÉS (la continuación por medio del testimonio). Podemos decir que ‘el ANTES’ pertenece en gran parte al campo de la Pastoral Profética, ‘el EN’ pertenece a la Pastoral Litúrgica y ‘el DESPUÉS’ pertenece a la Pastoral Social.
2. La unidad de la Pastoral
Sin embargo, necesitamos comprender la Pastoral de la Iglesia como con una mirada de abanico para valorar su unidad. El Papa Benedicto XVI en la Encíclica DEUS CARITAS EST n. 25, ha puntualizado la unidad de toda la Pastoral de esta manera:
“La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea:
anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria),
celebración de los Sacramentos (leiturgia) y
servicio de la caridad (diakonia).
Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra”.
3. El ANTES
Exige que los actores de la celebración se preparen (especialmente los sujetos del Sacramento) y preparen la celebración. La catequesis presacramental es una verdadera oportunidad de madurar en la fe y disponerse a renovar la propia vida.
Es una catequesis que crea el clima de encuentro, dialoga la vivencia de la vida y de la fe, revisa las actitudes y discierne a la luz de la Palabra de Dios, renueva el Sacramento y hace un acompañamiento del sujeto.
Lo externo de la Liturgia manifiesta y comunica lo invisible del Misterio. Es necesaria la preparación cuidadosa de la Celebración, disponer el lugar para la Celebración, conocer su estructura y prever los objetos litúrgicos necesarios.
4. El EN
Exige fuertes convicciones. La Celebración Litúrgica es expresión de la dimensión del Misterio Trinitario, del Misterio de la Iglesia y del Misterio Humano; es actualización del Misterio Pascual por medio del ejercicio del Sacerdocio de Cristo; es “la fuente de donde mana la fuerza de la Iglesia y la cumbre a donde tiende toda la actividad de la misma” (SC 10); es para muchos la única oportunidad de contacto con una Celebración digna y fructífera.
La Iglesia nos transmite la salvación en un conjunto de signos, que hablan por sí solos realizándolos con dignidad: “En las Celebraciones Litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas” (SC 28).
Son necesarias algunas actitudes: la celebración es una acción comunitaria de fe, somos parte activa de una comunidad que se evangeliza, la participación es un derecho y un deber de todo cristiano por la fuerza del sacerdocio común y de los Sacramentos que lo constituyen como miembro de un pueblo sacerdotal. La participación debe ser plena, consciente, activa y fructuosa.
Debe conocerse la finalidad de la estructura completa de la Celebración: los ritos iniciales sirven para formar la comunidad y disponerla a ser la asamblea celebrante que comulga la Palabra y renueva la Alianza; la Liturgia de la Palabra es el momento salvífico en el cual se actualiza el diálogo entre Dios y su pueblo, e ilumina las situaciones concretas; la Liturgia del Sacramento realiza por medio de acciones el Misterio Pascual de Cristo, por eso es contemplativa por excelencia; y los Ritos de Conclusión constituyen el envío para llevar a los demás lo celebrado.
5. El DESPUÉS
El Sacramento se renueva periódicamente evaluando sus compromisos; la práctica y defensa de la justicia, la caridad se vuelve convicción y como hijos de Dios ponemos en común lo que somos y tenemos, nos solidarizamos con quien padece injusticias, denunciamos las personas y estructuras injustas, y evitamos nuevas injusticias. Hacer opción por el pobre y estar con el pobre, compartir su situación, ayudarlo a promoverse, a resolver sus problemas, reconocer en él un reflejo de Dios y buscar remedio concreto a las necesidades urgentes.
6. La Parroquia es comunidad de fe y de culto al servicio de la comunión.
En las Parroquias se desarrolla el trabajo pastoral. Sin duda que, nos pedirán nuestra disponibilidad y colaboración para alguna de sus tareas especificas. Les sugiero que ayuden con generosidad, consideren, como en forma de un abanico, su participación para que no pierdan la unidad recomendada por el Papa Benedicto XVI. Todo trabajo pastoral santifica.
La comunión de la Iglesia se edifica con la unidad solidaria de los agentes de la pastoral.
El proyecto de Dios no es individualista, sólo se vive y expresa en comunidad.
La Parroquia es nuestra comunidad: ahí encontramos la salvación. En ella el párroco, su pastor, es representante del Obispo y los fieles encuentran lo necesario para su salvación: la formación catequética, la Palabra, los Sacramentos, las bendiciones, la comunidad, la solidaridad… La Parroquia es la escuela de comunión y de vida espiritual.
¡Acude a tu Parroquia!
Pbro. José Guadalupe Martínez Osornio Presidente de la Comisión Diocesana para la Pastoral Litúrgica