Cuautitlán Izcalli, 16 de abril de 2015
CEM B. 178 / 2015
Los obispos de México somos conscientes del creciente reclamo de los ciudadanos que, cada vez con mayor insistencia, piden ser escuchados y atendidos, sobre todo por quienes se han comprometido a servir al pueblo. No hay razón para oídos sordos.
Como sucede en familia, incluso en las crisis, lo que se necesita para salir adelante es la confianza. Confianza que brota de tener la seguridad de que se está buscando el bien de todos, no sólo de algunos. Lo mismo sucede con nuestro pueblo mexicano. Necesita saber que sus instituciones y autoridades trabajan responsable y honestamente por el bien de todos, particularmente por los que menos oportunidades han tenido.
Un pueblo sin confianza alimenta la indiferencia, el desaliento o la agresividad. No podemos negar la crisis actual de nuestra querida Patria. Si no reconocemos que el mal se está extendiendo, hasta en las instituciones que deberían erradicarlo, no podremos solucionarlo. El mal no tiene la última palabra. ¡Nos urge la honestidad!
No nos acostumbremos a lo que destruye la dignidad del ser humano y el valor de la vida: la injusticia, la corrupción, la violencia, la impunidad… Todo esto provoca la desconfianza y desalienta la participación. Los mexicanos no podemos tolerar a quienes buscan el poder sólo para favorecer sus intereses.
¡Los obispos queremos ayudar a restaurar la confianza de nuestro pueblo! Esa es nuestra misión. La confianza se gana hablando con la verdad, cumpliendo los compromisos, construyendo la justicia y respetando la vida; a ejemplo de Cristo, en quien todos confiaron viéndolo hacer el bien. Los mexicanos podemos reconocer el bien y vivirlo.
Que las familias, los maestros, las comunidades, las autoridades y todas las instituciones públicas y privadas eduquen en la confianza con el ejemplo. Cumplan bien sus responsabilidades, actuando con legalidad, honestidad y solidaridad. Eso es lo que merecen y esperan todos los ciudadanos, sobre todo los niños y los jóvenes, que son el presente y el futuro de nuestro País.
Sepan que en cualquier diálogo con las autoridades y los diferentes sectores sociales, los obispos seguiremos expresando con claridad y firmeza las grandes necesidades de nuestro pueblo mexicano.
Orando y trabajando tenemos la esperanza de mejorar. Es la confianza que nos da Jesús. Con su muerte y resurrección nos ha demostrado que el amor vence al mal y hace triunfar el bien y la vida. Santa María de Guadalupe nos acompaña en este camino.
¡Todos debemos participar para construir un México en el que confiemos unos en otros! Si actuamos con verdad recuperaremos la confianza.
Los obispos de México