La Diócesis de Querétaro la formamos todos los bautizados, que vivimos por la gracia de Dios en esta tierra del Bajío, sitio donde la fe en el Dios por quien se vive, se enraiza y ha encontrado tierra fértil, que con el paso de los siglos sigue produciendo frutos. El paso de los primeros misioneros que evangelizaron y educaron a nuestros antepasados marcó huellas imborrables, manifiestas hoy en el hermoso mosaico cultural de expresiones de fe sencilla y familiar.
La historia de salvación que Dios escribe para Querétaro, con el paso de los años la podemos contemplar y apreciar entretejida con hechos fundamentales y determinantes en la historia de nuestra Patria. Querétaro desde su nacimiento católico es un lugar privilegiado, un cruce de caminos, una ciudad de abolengo, un lugar bendito, una escuela de misioneros, cuna de la independencia, lugar de diálogo y consenso.
Desde la primera evangelización de estas tierras, como comunidad estuvimos bajo el cuidado del Arzobispado de México y desde hace 150 años, el Papa Pío IX, para la mejor atención de los fieles en las cosas de Dios, delimitó, escogió, y confió este territorio, siete municipios del estado de Guanajuato y los 18 que comprenden todo el estado de Querétaro, para que un obispo la cuidara como pastor y perfumara con el aroma del santo óleo a las ovejas a él confiadas.
Festejamos el 150 aniversario de la Fundación de la Diócesis de Querétaro, los 300 años de la llegada de la Bendita Imagen de nuestra Patrona Diocesana, la Santísima Virgen de los Dolores de Soriano a la misión de Santo Domingo, y recordamos los 50 años de su Coronación Pontificia. Es un momento muy importante la renovación de la Coronación Pontificia, porque a invitación del señor Nuncio cada uno de nosotros, cada día, frente a la Imagen de la Santísima Virgen que veamos con amor y devoción, nos debemos de preguntar si somos la piedra preciosa de la propia vida y de las buenas obras, que adorna la corona de nuestra Madre, Reina, Señora y siempre Auxiliadora de los cristianos.
Demos gracias a Dios por ser parte de esta historia de evangelización y desarrollo de nuestra tierra, somos el rostro vivo de la iglesia aquí y ahora, somos los ciudadanos responsables del bien común, todos somos familia, hermanos e hijos de Dios, tenemos con certeza y gran confianza la vista en el futuro, viviendo la “misión permanente” como el mejor aporte de los que vivimos la fe para la paz, la concordia y la solidaridad con todos.
Editorial del Semanario Diócesis de Querétaro