Santa Luisa de Marillac fue una mujer decidida y valiente, inteligente y perseverante.
Quedó viuda, encontrando en el Señor la razón total de su existencia. Fue cofundadora, junto a San Vicente de Paul, de las Hijas de la Caridad. Destacó por su entrega incondicional hacia los demás y su espíritu impetuoso, lo que la impulsó a cumplir la misión que Dios le había encomendado, aún a pesar de la enfermedad.
Luisa de Marillac nació en París (Francia) en 1591. Fue hija natural de Luis de Marillac, señor de Ferrieres-in-Brie y de Villiers Adam, y de una mujer desconocida. Hasta los 13 años fue educada como una niña noble en el Monasterio Real de Saint Louis en Poissy. Entre las religiosas del monasterio se encontraba una tía suya, quien le enseñó a leer, escribir y pintar, además de brindarle una sólida formación humanística.
Cuando murieron sus padres y su tía, Luisa quedó bajo la tutela de su tío Miguel. Debido a la precaria situación económica de su familia, la joven experimentó en carne propia las carencias materiales y tuvo que aprender cómo hacerse cargo de los quehaceres del hogar. Su condición social de “señorita pobre” produjo en Luisa una suerte de complejo de inferioridad, que arrastraría durante algunos años.
Durante su juventud frecuentó el convento de las hermanas capuchinas en Faubourg, etapa en la cual percibió los primeros indicios de una posible vocación religiosa. Sin embargo, su director espiritual desaconsejó que Luisa ingrese al convento porque su salud era muy frágil. A la larga la convenció de que su camino era el matrimonio y la santidad en la familia.
En 1616, conoció a San Vicente de Paul, quien se convertiría en su confesor. San Vicente, en aquel tiempo, estaba organizando sus «Conferencias de Caridad», con el objetivo de mejorar la situación de miseria en el campo. Para ello necesitaba alguien que pudiese ayudarlo y que al mismo tiempo infundiera respeto, alguien que tuviera empatía y la capacidad de ganarse los corazones de la gente.
Conforme San Vicente fue conociendo más a Luisa, se dio cuenta de que ella era la persona que había estado buscando para encargarse de su obra. Cuando murió el esposo de Luisa, ella comenzó a considerar que quizás Dios la quería para otro llamado grande y especial.
En 1629, fue enviada para visitar «La Caridad» de Montmirail. “Madame Le Gras”, como se le conocía Luisa, realizó este viaje con entusiasmo y compromiso, sin importarle mucho su precaria salud.
Cuando San Vicente le pidió formar un centro de capacitación para voluntarias, Luisa puso a su disposición la casa que había alquilado para residir luego de la muerte de su esposo. Allí acogió a cuatro candidatas que fueron instruidas por ella para el servicio de los pobres y enfermos. En 1634, ya comprometida completamente con el proyecto, redactó la regla de vida que deberían seguir los miembros de la comunidad. Cuando San Vicente obtuvo el permiso pontificio para formar una congregación, la regla redactada por Luisa se convirtió en el estatuto de las “Hermanas de la Caridad”.
En Angers, Luisa, se hizo cargo de un hospital que prácticamente se encontraba en situación de abandono y en París cuidó a los afectados por la epidemia. También socorrió a las víctimas de la “Guerra de los 30 años” y a los afectados por la violencia cotidiana de París. Pese a su delicada salud, siempre estuvo presta al servicio e irradiaba entusiasmo y alegría.
En sus últimos años de vida, su enfermedad le impidió movilizarse. Postrada, antes de partir a la presencia de Dios, dejó este mensaje a sus hermanas espirituales: «Sed empeñosas en el servicio de los pobres… amad a los pobres, honradlos, hijas mías, y honraréis al mismo Cristo». Santa Luisa de Marillac murió el 15 de marzo de 1660; y San Vicente la siguió al cielo seis meses después.
Fue canonizada en 1934 por el Papa Pio XI. En 1960 el Papa San Juan XXIII la nombró patrona de los asistentes sociales. La Fiesta de Santa Luisa solía celebrarse el 15 de marzo, sin embargo, desde el año 2016, se celebra el 9 de mayo, día del aniversario de su beatificación. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos solicitó a la Congregación de la Misión –fundada por San Vicente de Paul- cambiar la fecha de Santa Luisa debido a que “siempre cae en Cuaresma y es preferible no celebrar solemnidades durante ese tiempo litúrgico”. En aquel año, el P. Gregorio Gay, Superior General de esta congregación, comunicó que el 14 de diciembre de 2015 había sido presentada la petición para el cambio de fecha. Así, el 4 de enero de 2016 fue publicado el decreto que aceptaba la petición.