SANTO DEL DÍA: SANTA JOSEFINA BAKHITA, EJEMPLO DE ESPERANZA CRISTIANA.

𝗛𝗼𝘆 𝗹𝗮 𝗜𝗴𝗹𝗲𝘀𝗶𝗮 𝗰𝗲𝗹𝗲𝗯𝗿𝗮 𝗮 𝗦𝗮𝗻𝘁𝗮 𝗝𝗼𝘀𝗲𝗳𝗶𝗻𝗮 𝗕𝗮𝗸𝗵𝗶𝘁𝗮, 𝗲𝗷𝗲𝗺𝗽𝗹𝗼 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗻𝘇𝗮 𝗰𝗿𝗶𝘀𝘁𝗶𝗮𝗻𝗮.
Josefina Bakhita nació en Sudán (Africa) y vivió en carne propia la esclavitud durante gran parte de su vida. El nombre “Bakhita”, que quiere decir “afortunada”, lo recibió por medio de sus captores a los 9 años, y el de “Josefina”, doce años después al recibir el bautismo.
«Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa», dijo alguna vez la Santa. Estas palabras hoy, de alguna manera, se han convertido en la carta de presentación que identifica la belleza de su espíritu y la grandeza de su corazón, y la han convertido en un ícono de la historia del cristianismo en África.
Sus orígenes no son del todo claros, pero probablemente fue originaria de Olgossa, un pueblo en Darfur, y pudo haber nacido en 1869. Ni ella sabía a ciencia cierta dónde y cuándo nació. Bakhita vivió con sus padres y hermanos hasta el día en que unos negreros la capturaron en el bosque. La llevaron a una ciudad llamada El Obeid, donde fue vendida. El hombre que la compró fue el primero de un total de cinco amos que se sucedieron durante su vida.
Con quien más sufrió humillaciones y maltratos fue con su cuarto amo, a quien sirvió cuando tendría unos 13 años. Aquel hombre la mandó tatuar, por lo que le realizaron ciento catorce incisiones, y para evitar infecciones posteriores le colocaron sal durante un mes. «Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal», relata Bakhita en su biografía.
En 1884 Josefina llegó a Italia acompañando al que fue su quinto amo y a un amigo de este, Augusto Michieli. Este amigo se convirtió en su nuevo dueño posteriormente y la llevó a vivir con su familia.
Bakhita trabajó de niñera en su nuevo hogar y se hizo muy amiga de la hija de la familia que la acogió, Minnina. Años más tarde ambas ingresaron al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia. Fue gracias a la generosidad y la caridad de la familia Michieli como Bakhita conoció a Dios y supo que «Él había permanecido en su corazón» siempre y le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud, «pero recién en ese momento sabía quién era».
El 9 de enero de 1890 recibió el bautismo, la primera comunión y la confirmación. Desde ese momento tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada. Con el tiempo la religiosa africana decidió permanecer en Italia –donde la esclavitud era ilegal– y hasta que se convirtió en una de las hermanas de la orden, el 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad.
En 1902 fue enviada a Venecia. En esa ciudad trabajó limpiando, cocinando y cuidando de los pobres. Sin hacer algo “extraordinario” -como algún portento o milagro- Bakhita se ganó la fama de santa. Siempre fue modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior e hizo de la sencillez de su vida cotidiana algo extraordinario.
Por su espiritualidad y fuerza ante las adversidades, San Juan Pablo II la llamó “Nuestra Hermana Universal”. Bakhita falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, y miles de personas fueron a darle el último adiós.
En 1978 fue declarada venerable y San Juan Pablo II la beatificó en 1992, decretando su fiesta el 8 de febrero. Finalmente el mismo Pontífice la canonizó el año 2000, durante el Jubileo por el segundo milenio, como una forma de honrar al pueblo africano y a todos los cristianos, hombres y mujeres que sufrieron la esclavitud.
Benedicto XVI, la esperanza y la Santa
El año 2007, el Papa Benedicto XVI utilizó el ejemplo de vida de Santa Josefina Bakhita en su encíclica Spe Salvi, para hablar de la esperanza.
En el texto, el Papa Emérito escribió “Bakhita (…) solo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un ‘Paron’ por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el ‘Paron’ supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada».
«Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba ‘a la derecha de Dios Padre’. En este momento tuvo ‘esperanza’; no solo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa”.
Benedicto XVI recuerda que “a través del conocimiento de esta esperanza ella fue ‘redimida’, ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios».