#SantodelDia
𝗛𝗼𝘆 𝗹𝗮 𝗜𝗴𝗹𝗲𝘀𝗶𝗮 𝗰𝗲𝗹𝗲𝗯𝗿𝗮 𝗮 𝗦𝗮𝗻 𝗖𝗮𝘆𝗲𝘁𝗮𝗻𝗼, 𝗽𝗮𝘁𝗿𝗼𝗻𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗽𝗮𝗻 𝘆 𝗱𝗲𝗹 𝘁𝗿𝗮𝗯𝗮𝗷𝗼.
“En el oratorio rendimos a Dios el homenaje de la adoración, en el hospital le encontramos personalmente», solía decir San Cayetano (1480-1547), patrono del pan y del trabajo, cuya fiesta se celebra cada 7 de agosto.
San Cayetano fue un presbítero italiano, fundador de la Orden de Clérigos Regulares, cuyos miembros son conocidos como Teatinos. Nació en Vicenza, el 1 de octubre de 1480, y murió en Nápoles, el 7 de agosto de 1547. Estudió en la Universidad de Padua y obtuvo, en 1504, el doble doctorado en derecho civil y canónico.
Acabados sus estudios, Cayetano se mudó a Roma, donde lo nombraron protonotario apostólico del Papa Julio II. Estando al servicio del Papa, llegó a participar del V Concilio de Letrán. Cuando el Pontífice murió en 1513, Cayetano dejó la vida cortesana y empezó a prepararse para el sacerdocio. Fue ordenado unos años después, cuando tenía 35. Por aquel entonces empezó a ser parte del “Oratorio del Amor Divino”.
En 1518, retornó a Vicenza, su pueblo natal,. Al morir su madre, se dedicó a la fundación y dirección de hospitales para tratar enfermos incurables -mayormente de sífilis- de Verona, Vicenza y Venecia.
En 1524, fundó en Roma la Orden de los Teatinos (o Clérigos Regulares) junto con el obispo Juan Pedro Caraffa (1476-1559), que más tarde sería elegido papa con el nombre de Pablo IV. Los Clérigos Regulares Teatinos buscaban la renovación del clero, la predicación de la doctrina, el cuidado de los enfermos y la restauración del uso frecuente de los sacramentos.
Cayetano, después de ser torturado durante el saqueo de Roma en 1527, es trasladado a Venecia, donde se dedicó a la dirección de su Orden. En 1533, fue enviado a Nápoles, donde moriría años más tarde. Fue durante este periodo que Cayetano -a fuerza de alentar la devoción al Santísimo Sacramento, la reforma del clero regular, y el espíritu de ayuda y asistencia a los más pobres y enfermos- marcaría para siempre al pueblo napolitano, haciendo brotar el cariño y la devoción que este le profesa hasta hoy.
San Cayetano fue un hombre de un ardor e inquietud apostólica muy grandes. Ya desde los años en Venecia expresaba: «no estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al banquete celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza». Siendo contemporáneo de Lutero y habiendo tomado noticia de los peligros de su Reforma, no perdió oportunidades para incentivar y hacer florecer una auténtica reforma de la vida y costumbres en la Iglesia, sin necesidad de dividirla. Por eso, apoyó siempre iniciativas muy interesantes y novedosas.
Por ejemplo, en la etapa de Venecia, se asoció con Jerónimo Emiliani, en ese momento miembro de su asociación Amor Divino, a quien ayudó a fundar otra orden de clérigos regulares, la Orden de los Padres Somascos. Emiliani trabajaba en el llamado Hospital de los Incurables y era un noble veneciano que, después de una juventud aventurera, decidió, en 1531, dedicarse a los pobres y huérfanos como laico. San Jerónimo Emiliani fue canonizado en 1767, y posteriormente declarado Patrón universal de los huérfanos y de la juventud abandonada.
Después, durante los años en Nápoles, San Cayetano fundó hospicios para ancianos y más hospitales. Y no solo eso: junto al Beato Juan Marinoni creó los “Montes de Piedad”, una organización de beneficencia para auxiliar económicamente a los más pobres y combatir a los usureros de la época. Esa beneficencia habría de convertirse en el Banco de Nápoles.
Al final de sus días y estando muy enfermo, San Cayetano no dejó de dar testimonio de la intensa piedad que lo movía. Los médicos considerando sus dolencias le recomendaron que ponga un colchón sobre su cama de tablas, a lo que el Santo respondió: “Mi salvador murió en la cruz; dejadme, pues, morir también sobre un madero».
El Papa Francisco profesa un cariño especial por él, al igual que el pueblo argentino. El templo en honor a San Cayetano del barrio porteño de Liniers (Buenos Aires) es un lugar de peregrinación de sus devotos. Allí los fieles, cada año, le piden pan y trabajo al Santo, y agradecen su intercesión.
ACIprensa