Nuestra Señora del Refugio
Ella nos ayuda a superar las múltiples estructuras de pecado en las que está envuelta nuestra vida personal, familiar y social.
Esta advocación de la Santísima Virgen ha infundido un gran fervor en el pueblo cristiano ocasionando la conversión de muchos pecadores. Es la razón de llamarla “Refugio de los pecadores”. En ella expresa la Virgen María su protección maternal. Se asegura que el modelo de representación de Nuestra Señora del Refugio se tomó por el Beato Antonio Baldenucci, S. I. de la Virgen de la Encina venerada en Italia. Se trata de un bajo relieve encontrado en un pajar y colocado en el hueco de un árbol de un bosque cercano al monte Pulciano.
El padre Baldenucci buscaba una imagen mariana “que fuera su compañera, guía y maestra en las misiones” que consiguiera reformar las costumbres, suscitara la devoción y atrajera los favores de María sobre sus devotos. La Virgen del Refugio se representa sentada y con el Niño de pie sobre su regazo es una Virgen llena de ternura que inclina su rostro hacia su hijo.
Las sienes de María al igual que las de su Hijo se coronan con una diadema real engastada en pedrería. Sus vestimentas consisten en una túnica rosada y un manto azul además del paño de color avellana que le rodea el cuello y le cruza el pecho. El Niño Jesús por su parte, viste un ligero “paño de pudor” o una túnica larga de tela translúcida y vaporosa. Entrelaza sus manos con las de María que lo sostiene y así puede posar sus pies sobre ella o encima de un banco de nubes
Algunos ramilletes o guías florales trazan un arco festivo y ocupan la parte superior de las imágenes. Tanto en vida del Padre Baldenucci como después de su muerte, la del Refugio fue una imagen de misión en tierra de relajados o gentiles y de vocación peregrina, esas propiedades las conservó en el mundo americano sobre todo en algunas regiones como Zacatecas, el Bajío y Puebla donde es de notar que más de setenta nichos esquineros fueron eregidos durante las últimas décadas del siglo XVIII. Su devoción llegó hasta la Alta California y por el sur hasta Guatemala.
En 1719 llegó a la Nueva España la primera estampa traída por el jesuita Juan José Giuca, quien había presenciado la coronación pontificia en Frascati. Un poco más tarde, procedente de Italia, arribó la primera imagen pintada. La imagen fue coronada por manos del Cardenal Albani merced a una concesión del Papa Clemente XI, el 4 de julio de 1717 y se conserva actualmente en Frascati.