SANTA MISA EN LA 59ª PEREGRINACIÓN FEMENINA DE QRO.  AL TEPEYAC 2018.

INBG, Domingo 22 de julio de 2018, México, CDMX.

Después de peregrinar a lo largo de 17 días desde la Sierra Gorda Queretana,  las 23, 000  hnas., que conformaron la Columna de la 59ª Peregrinación Femenina de la Diócesis de Querétaro, después de postrarse ante la mirada amorosa de la Santísima Virgen de Guadalupe, en su Casita del Tepeyac, y en el marco del “Año Nacional de la Juventud” Participaron de la Santa Misa, presidida por Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, IX Obispo de Querétaro,  quien participó activamente en esta peregrinación y concelebrada por el Pbro. Bernardo Reséndiz Vizcaya, Director Espiritual de las peregrinas,  por 17 años. En su homilía Mons. Faustino,  les dijo:

Queridas hermanas peregrinas de la Diócesis de Querétaro, hermanos y hermanas todos en el Señor: Con gran gozo hemos podido contemplar nuevamente en este año, la mirada tierna de nuestra Señora del Tepeyac, y a sus pies y bajo su regazo, hemos podido depositar nuestras aflicciones, anhelos y esperanzas. Con alegría y con plena confianza, hemos podido hacer nuestras aquellas palabras que le dirigió al indito Juan Diego: “Escucha hijo, ponlo en tu corazón… que no se perturbe tu rostro, tu corazón. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y mi resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?” (cf. Nican Mopohua, 118 – 119). Esto justifica y fortalece sin duda, nuestro cansancio y las fatigas del peregrinar durante estos días.

 En este contexto, nuestra Señora de Guadalupe, en este día, sentados a la escucha de la Palabra de Dios, renueva su consejo al decirnos “hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5). ¿Qué es lo que el Señor nos dice en este día? Con palabras, pero sobre todo con sus actitudes, en este día el Señor Jesús, nos enseña que como pastores no podemos permanecer ajemos e indiferentes a las necesidades del rebaño. Jesús se presenta ante sus discípulos y ante la muchedumbre que lo seguía como “pastor”, pero un pastor compasivo – misericordioso. (cf. Mc 6, 30-34). Jesús nos recuerda que Dios es el Pastor de la humanidad. Esto significa que Dios quiere para nosotros la vida, quiere guiarnos a buenos pastos, donde podamos alimentarnos y reposar; no quiere que nos perdamos y que muramos, sino que lleguemos a la meta de nuestro camino, que es precisamente la plenitud de la vida. Es lo que desea cada madre para sus propios hijos: el bien, la felicidad, la realización. En el Evangelio de hoy Jesús se presenta como Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Su mirada sobre la gente es una mirada por así decirlo «pastoral». Por ejemplo, en el Evangelio de este domingo se dice que, “habiendo bajado de la barca, vio una gran multitud; tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6, 34). Jesús encarna a Dios Pastor con su modo de predicar y con sus obras, atendiendo a los enfermos y a los pecadores, a quienes están “perdidos” (cf. Lc 19, 10), para conducirlos a lugar seguro, a la misericordia del Padre.

 Esto nos lleva a una doble reflexión: en primer lugar nos anima y nos alienta para darnos cuenta que no estamos solos. Que el primero que se preocupa de nosotros es el mismo Jesús. Para él somos importantes. Él es un Pastor compasivo. Conoce y sabe de nuestras pasiones. Y esto, hoy quisiera  decírselo especialmente a las jóvenes. “Cada una de ustedes, queridas jóvenes, es importante a los ojos de Dios”. Es por eso que hoy, Jesús quiere que escuchen su palabra y que hagan suya su invitación para “permanecer junto a él”. De tal forma que si bien, por el cansancio de la vida, el trabajo, la falta de oportunidades, alguna enfermedad o los problemas propios de la edad, cada una de ustedes sepa que es posible descansar con él.

Sepan que es posible encontrar descanso y solución estando con él. Sepan que si bien, las vivencias de la vida ordinaria les han robado la paz del corazón, — como escuchamos en la segunda lectura (cf. Ef 2, 13-18) — sólo descansando en él, se puede encontrar la paz verdadera, completa, fruto de la reconciliación de la persona en ella misma y en todas sus relaciones: con Dios, con los demás, con el mundo. Jesús llama a cada una de ustedes, al mismo tiempo a un camino interior y a una disponibilidad de ponerse concretamente en movimiento, sin saber bien a dónde esto los llevará. Es importante que cada una de ustedes aprenda a descansar. Especialmente cuando se ven inmersas en una cultura del frenesí. Donde se haces muchas cosas pero poco se contempla; donde se viven muchas experiencias pero poco se asimila, donde vivimos más agobiados por el hacer que por el ser. Sepan que Jesús al invitarlas hoy a descansar con él, les está invitando a detenerse para dedicar tiempo al discernimiento. De tal forma que en el ejercicio de discernimiento cada una de ustedes, reconozca la presencia y la acción del Espíritu en la historia; cada una de ustedes, sepa distinguir lo que es bueno de lo que es malo; cada una de ustedes, reconozca la tentación para rechazarla y, en su lugar, seguir el camino de la plenitud de vida.

 Por otro lado, la Palabra de Dios, también nos anima para que asumiendo las actitudes de Jesús, el Buen pastor compasivo, también cada quien, tengamos esas mismas actitudes. Muchas de ustedes son: madres, jefas de familia, líderes políticos, profesionistas, catequistas, educadoras o desempeñan una labor al frente de la comunidad. Por tal motivo, sepan que si quieren llegar a ser como Jesús, pastoras compasivas, deberán sentarse a sus pies para escuchar sus enseñanzas. Es fundamental que hoy en día, aprendamos el “arte del acompañamiento personal” tan necesaria y tan urgente entre las jóvenes y las adolescentes. Para acompañar a otra persona no basta estudiar la teoría del discernimiento; es necesario tener la experiencia personal en interpretar los movimientos del corazón para reconocer la acción del Espíritu, cuya voz sabe hablar a la singularidad de cada uno. El acompañamiento personal exige refinar continuamente la propia sensibilidad a la voz del Espíritu y conduce a descubrir en las peculiaridades personales un recurso y una riqueza. Se trata de favorecer la relación entre la persona y el Señor, colaborando a eliminar lo que la obstaculiza. He aquí la diferencia entre el acompañamiento al discernimiento y el apoyo psicológico, que también, si está abierto a la trascendencia, se revela a menudo de fundamental importancia. El psicólogo sostiene a una persona en las dificultades y la ayuda a tomar conciencia de sus fragilidades  y su potencial; el guía espiritual remite la persona al Señor y prepara el terreno para el encuentro con Él (cfr. Jn 3,29-30).

 Los pasajes evangélicos que narran el encuentro de Jesús con las personas de su tiempo resaltan algunos elementos que nos ayudan a trazar el perfil ideal de quien acompaña a una joven en el discernimiento vocacional: la mirada amorosa (la vocación de los primeros discípulos, cf. Jn 1,35-51); la palabra con autoridad (la enseñanza en la sinagoga de Cafarnaún, cf. Lc 4,32); la capacidad de “hacerse prójimo” (la parábola del buen samaritano, cf. Lc 10,25-37); la opción de “caminar al lado” (los discípulos de Emaús, cf. Lc 24,13-35); el testimonio de autenticidad, sin miedo a ir en contra de los prejuicios más generalizados (el lavatorio de los pies en la última cena, cf.Jn 13,1-20). En el compromiso de acompañar a las nuevas generaciones la Iglesia acoge su llamada a colaborar en la alegría de los jóvenes, más que intentar apoderarse de su fe (cfr. 2Cor 1,24). Dicho servicio se arraiga en última instancia en la oración y en la petición del don del Espíritu que guía e ilumina a todos y a cada uno.

Queridas peregrinas, que esta experiencia de haber estado durante estos días cerca de Jesús, sea el impulso para que, de ahora en adelante, no den por descontado el descanso en el Señor. Que así como cada una de ustedes ha orado, cantado, asistido, a misa, se ha confesado, así también en su vida ordinaria lo hagan. Que así como durante estos días se han dado cuenta de la necesidad de caminar juntas y de preocuparse, unas por otras, así, de ahora en adelante, lo hagan especialmente por las adolescentes y jóvenes. Hagan suyas las palabras de la Virgen a San Juan Diego: “¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Y repítanselas continuamente a las adolescentes y jóvenes que conozcan y que necesiten de la luz del Señor.

 Que a todas ustedes, la Santísima Virgen María, la Divina Pastora, las sepa conducir hacia los pastos verde de la gracia, del amor y de la santa esperanza. Buen regreso a sus hogares y lleven a sus seres queridos mi paternal bendición. Amén.