Santa Iglesia Catedral, Av. Madero, esquina Ocampo. Ciudad Episcopal Santiago de Querétaro.
Como ya es tradición, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de la Diócesis de Querétaro, presidió la Celebración Eucarística, el domingo 24 de marzo de 2019 a las 9 de la mañana en Santa Iglesia Catedral, correspondiente al III Domingo del tiempo litúrgico de Cuaresma. Concelebraron el Pbro. Rafael Gavidia Arteaga, Pbro. José Luis López Gutiérrez, Pbro. Fco. F. Gavidia Arteaga y M.I. Sr. Cango. J. Guadalupe Martínez Osornio, Rector de la Catedral.
En su Homilía, Mons. Faustino, saludó muy cordialmente y agradeció la presencia de los diferentes Grupos Misioneros Católicos congregados en esta Santa Misa matutina y al respecto dijo:
“Queridos hermanos, cualquier bautizado no puede tener otro título más grande, que ser Misionero, misionero que vaya mucho más allá del nombre, sino Misionero en las calles., El Papa Francisco en Brasil pedía, que las diócesis salgan a las calles, tenemos que dar testimonio de lo que Jesús nos pide y de la obediencia a Jesús de manera permanente más allá también de hacerlo ocasionalmente. Hoy hermanos la palabra de Dios quiere iluminar esta realidad, que buscamos también constantemente misionar, esta realidad que es desafiante, solamente quien no ha salido a la misión hablará de oídas, solamente quien ha recorrido el camino de la misión sabe de qué estamos hablando cuando nos referimos a una realidad que nos reta, a una realidad que quizás a veces nos desborda pero una realidad que solamente con el ingrediente y la semilla de la palabra puede dar frutos buenos, no con deseos de reestructurarla y de reformarla, no, sino que dosis de palabra de Dios en cada corazón se tendrán que inyectar para que esto sea una realidad y haya frutos buenos. Lamentamos sin duda que las noticias se resalten sobre todo a las negativas; homicidios, accidentes, catástrofes sin ir muy lejos dónde nosotros vivimos.”
“Hoy Jesús en el pasaje del evangelio se refiere a hechos trágicos que en ese tiempo habían sucedido y habían causado un gran impacto, una represión cruenta realizada por los soldados romanos en el templo y el derrumbe de la torre de Siloé en Jerusalén que había causado 18 víctimas, Jesús conoce la mentalidad de su auditorio y sabe que ellos interpretan de modo errático aquellos hechos, porque piensan que si esos hombre murieron trágica y cruelmente es signo de que Dios los castigó por alguna culpa grave que habían hecho, o sea prácticamente es decir se lo merecían, en cambio el hecho de salvarse de la desgracia equivalía a sentirse sin faltas sin culpas y los que hablaban decían que ellos no la tenían yo no tengo faltas ellos sí se lo merecen por pecadores, Jesús rechaza esta manera de ver la realidad porque Dios no permite las tragedias para castigar las culpas y afirma que esas pobre víctimas no eran de ninguna manera peores que los demás, más bien el invita a sacar de estos hechos dolorosos una advertencia referida a todos porque todos somos pecadores ninguno de nosotros podemos excluirnos pero el ser pecador no es razón para seguirlo siendo o para justificar nuestro errores, en efecto así lo dice a quienes lo habían interrogado, si no se arrepienten todos perecerán del mismo modo, vida o muerte depende de nuestra conversión, vida o muerte significa estar con Dios o estar sin Dios. Hoy hermanos también ante ciertas desgracias podemos estar tentados de descargar la responsabilidad sobre las víctimas o es más, sobre Dios mismo y decimos Dios es el culpable, cuando vamos a la misión no falta encontrar siempre algún hermano o hermana resentidos con Dios porque ha perdido un ser querido o porque le ha sucedido una desgracia y piensan que el culpable es Dios, cuando a veces no revisamos nuestra cultura de prevención de no andar en lugares equivocados ni en momentos y horas equivocadas. El evangelio nos invita a reflexionar que idea nos hemos hecho de Dios ¿O no se trata de una proyección nuestra de un Dios hecho a nuestra imagen y semejanza? Jesús nos llama a cambiar el corazón hacer un cambio radical en el camino de nuestra vida, abandonando las componendas con el mal, las hipocresías, creo casi todos tenemos al menos un trozo de hipocresía, para emprender con firmeza el camino del evangelio es necesario reconocer la enfermedad, la herida, de nuevo la tentación de justificarnos de que cosa deberíamos convertirlos ¿no somos ya buenas gentes? No le hacemos mal a nadie decimos, no me meto con nadie, cuando el mal no está afuera sino está en nuestro corazón; considerándolo bien pensamos yo soy de los buenos de las buenas ¿no es así? ¿no somos de los creyentes bastante practicantes? Y así nos justificamos más aún creemos que así estamos justificados, cada uno de nosotros se parece mucho a un árbol que durante años ha dado múltiples pruebas de esterilidad lamentablemente pero afortunadamente Jesús se parece a ese campesino que con una paciencia ilimitada obtiene una vez más una prórroga para la higuera del evangelio aquella higuera infecunda -Déjala por este año todavía, por si da fruto en adelante- seguramente el Señor piensa de nosotros y sigue diciendo -Te dejaré un año más, te daré una nueva oportunidad- déjala un año más es lo que piensa Dios cuando humildemente nos postramos en el confesionario, déjala un año más es cuando de manera permanente queremos luchar por vivir en gracia de Dios, déjala un año más es el reflejo de la paciencia sin límites de Dios en ti que seguramente a veces te llegas a considerar como que no tienes remedio.”
“Hermanos, para Dios si tenemos remedio, un año de gracia el tiempo del ministerio de Cristo el tiempo de la iglesia antes de su retorno glorioso, el tiempo de nuestra vida marcado por un cierto número de cuaresmas una cuaresma más que se nos ofrece como ocasión de revisión y de salvación, el tiempo del año jubilar mariano en nuestra Diócesis de Querétaro por los cincuenta años del patronazgo de nuestra señora de los dolores de soriano, una oportunidad más un abono más, no por mis méritos sino por los méritos y la infinita bondad de Dios, es la invencible paciencia de Jesús, hemos pensado en la paciencia de Dios hemos pensado también en su obstinación por nosotros pecadores y como es que aún vivimos con impaciencia en relación a nosotros mismos y más aún en relación a la pareja, a la familia, a los demás. Hermanos, nunca es demasiado tarde para iniciar un camino de profesión de conversión ¡nunca! Hasta el último momento de nuestra vida aún en nuestro lecho de muerte, como en más de una ocasión hemos sido testigos los sacerdotes de que alguien pide la absolución y para nosotros extrañamente Dios olvida la historia de aquel hombre que tuvo la oportunidad de escuchar la voz de Dios y dejarlo hasta ese momento. No nos confiemos, hoy tenemos la oportunidad de aprovecharnos de la paciencia de Dios y esta paciencia de Dios nos espera, recordemos esa pequeña historia de santa Teresa del niño Jesús cuando rezaba por el hombre condenado a muerte, un criminal que no quería recibir la absolución no quería recibir el consuelo dela iglesia y rechazaba al sacerdote, no lo quería… quería morir así, cuantas veces nos ha pasado y aun así damos la absolución confiados en la misericordia de Dios, santa Teresita en el convento rezaba y cuando ese hombre estaba ahí precisamente en el momento de ser asesinado se dirige al sacerdote toma el crucifijo y lo besa… Esa es la paciencia de Dios, y hace lo mismo también contigo, con nosotros, con cada uno porque todos tenemos que besar el crucifijo, cuantas veces quizás nosotros lo sabemos, lo sabremos en el cielo, cuantas veces nosotros estamos ahí a punto de caer y el señor nos salva, nos salva porque tiene una gran paciencia con nosotros y esta es su misericordia. Hermanos, nunca es tarde para convertirnos, pero es urgente es ahora, comencemos hoy. Que los ejercicios espirituales en nuestras comunidades parroquiales sean una oportunidad para profundizar en quienes somos y que es lo que quiere Dios de mí. En Catedral los tendremos del día primero en adelante toda la semana por la tarde, aprovechemos porque son muchas las alternativas que tenemos de orar en cuaresma de profundizar en cuaresma, de aprovecharnos de la paciencia de Dios.”
Alentó a los fieles diciendo: “Que el año jubilar también sea un pretexto para impulsar nuestro proceso de cambio y que la virgen María nos sostenga para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia y nos ayude a nunca juzgar a los demás sino a dejarnos provocar por las desgracias de cada día para hacer un serio examen de conciencia y arrepentirnos, que así sea.”
Al término de la Celebración, Mons. Faustino impartió la bendición a toda la feligresía congregada a esta Solemne Eucaristía.