Fundador de la Sociedad Salesiana. Nacido en la pobreza, vivía con sus padres en una pequeña cabaña en Becchi, una aldea en la ladera de una montaña cerca de Castelnuovo, Piedmont, Italia, el 16 de agosto de 1815; murió el 31 de enero de 1888; fue declarado venerable por el Papa Pío X, el 21 de julio de 1907.
Tenía apenas poco más de dos años de edad cuando su padre murió, dejando a la madre de los tres niños, Margarita Bosco, su sustento. Juan pasó sus primeros años como pastor, y recibió sus primeras enseñanzas del párroco. Tenía un ingenio agudo, memoria retentiva y al pasar de los años su sed de aprender aumentaba. Sin embargo, debido a la pobreza de su hogar, con frecuencia se veía obligado a dejar los libros para ir al campo, pero el deseo de lo que dejaba nunca le abandonó. En 1853 ingresó al seminario en Chieri y después de seis años de estudio fue ordenado sacerdote en la víspera del Domingo de la Trinidad por el Arzobispo Franzoni de Turín.
Al dejar el seminario, Don Bosco fue a Turín en donde se ocupó celosamente de sus deberes sacerdotales. Fue aquí donde ocurrió un incidente que le abrió al campo donde realmente llevó a cabo sus esfuerzos posteriormente. Uno de sus deberes fue acompañar a Don Cafasso en sus visitas a las prisiones de la ciudad, y la condición de los niños confinados en estos lugares, abandonados a las más viles influencias, y con poco futuro excepto el patíbulo, hicieron tal impresión en él que decidió dedicar su vida al rescate de aquellos infortunados perdidos. Durante la celebración de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 1841, mientras Don Bosco se vestía para la misa, el sacristán sacó de la iglesia a un bribonzuelo andrajoso porque se resistía a guardar compostura. Don Bosco escuchó sus chillidos y le llamó, y en la amistad que nació entre el sacerdote y Bartollomea Garelli se cosechó la primer semilla del «Oratorio», así llamado, sin duda después del ejemplo de San Felipe Neri y debido a que la oración su característica principal. Don Bosco se involucró con gran disposición en la tarea de instruir a su primer pupilo de las calles; sus compañeros pronto se unieron a Bartholomeo, todos atraídos por una gentileza que jamás habían conocido, y en febrero de 1842, el Oratorio ya contaba con 20 muchachos, en marzo del mismo año 30, y en marzo de 1846, cuatrocientos.
A medida que el número de muchachos crecía, se presentó la cuestión de un lugar adecuado para reunirse. Cuando el clima era favorable se hacían largas caminatas los domingos y días festivos a lugares en el campo cerca de Turín, donde almorzaban. Y al darse cuenta del encanto que tenía la música para las almas indómitas de sus discípulos Don Bosco organizó una banda para la cual se proveyeron de algunos viejos instrumentos metálicos. Fue nombrado capellán auxiliar del Rifugio en el otoño de 1844, y allí se unió Don Borel con entusiasmo a su trabajo. Con la aprobación del Arzobispo Franzoni, se adecuaron dos habitaciones contiguas al Rifugio y se convirtieron en una capilla, que se dedicó a San Francisco de Sales. Los miembros del Oratorio se reunieron desde entonces en el Rifugio, y un número de muchachos del distrito circunvecino solicitaron ser admitidos. Fue aproximadamente en este tiempo (1845) que Don Bosco inició sus escuelas nocturnas y al cerrar las fábricas los muchachos acudían a sus salones, donde él y Don Borel les instruían en las ramas básicas.
El éxito del Oratorio en el Rifugio no duró mucho tiempo. Para su gran pena, Don Bosco se vio obligado a dejar sus salones y desde entonces se enfrentó a molestias y obstáculos que, en ocasiones, parecían llamar sus trabajos a la ruina. Su perseverancia al enfrentar todas las dificultades llevaron a muchos a concluir que estaba loco, y aún se hizo un intento para recluirlo en un asilo. Se levantaron quejas en su contra, declarando que su comunidad era una molestia, debido al carácter de los muchachos con los que hacía amistad. El Oratorio fue transferido del Rifugio a San Martín, después a los patios de San Pedro, después a tres cuartos en Vía Cottolengo, donde se reiniciaron las escuelas nocturnas, después a un campo abierto, y finalmente a un establo rústico donde el Oratorio creció hasta tener setecientos miembros. Don Bosco tomó habitaciones cerca de ahí y su madre se le unió después. «Mamá Margarita», como se le conoció, dedicó los últimos diez años de su vida al servicio de los pequeños inquilinos de este primer hogar Salesiano. Cuando se unió a su hijo en el Oratorio, el futuro no era brillante. Pero sacrificando todos sus pequeños medios, aún su hogar, sus pertenencias y sus joyas, trajo todo el cuidado y amor de una madre a estos niños de la calle. Las clases vespertinas se incrementaron y gradualmente se proporcionaron dormitorios a muchos que deseaban vivir en el Oratorio. Con ello se fundó el primer Hogar Salesiano que ahora alberga alrededor de mil muchachos.
Para este tiempo, las autoridades municipales reconocieron la importancia del trabajo que estaba llevando a cabo Don Bosco, y empezó con mucho éxito un patronato para la construcción de escuelas técnicas y talleres. Todos éstos fueron terminados sin mayor dificultad. En 1898, para cubrir las necesidades de la región de Valdocco en Turín, Don Bosco decidió construir una iglesia. En forma acorde, se trazó un plan en la forma de una cruz que cubría un área de 1,500 yardas cuadradas. Pasó por considerables dificultades para reunir el dinero necesario, pero la caridad de algunos amigos finalmente le permitieron terminarla a un costo de más de un millón de francos (aproximadamente 200,000 DLS). La iglesia fue consagrada el 9 de junio de 1868, y puesta bajo el patronato de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos. En el mismo año en el que Don Bosco inició la construcción de la iglesia, cincuenta sacerdotes y maestros que le habían ayudado, formaron una asociación bajo una regla común que el Papa Pío IX aprobó, provisionalmente en 1969 y definitivamente en 1874.
Carácter y Crecimiento del Oratorio
Cualquier intento para explicar la popularidad del Oratorio entre los estudiantes a los cuales Don Bosco dedicaba su vida, fracasaría si no se incluye el espíritu que era su vida. Desde sus primeros encuentros con los muchachos pobres, nunca dejó de ver bajo la mugre, los andrajos y la tosquedad, la chispa que un poco de gentileza y estímulo podía volver en llamas. En la visión que él decía haber tenido desde su infancia y en la que se le reveló la tarea de su vida, decía haber escuchado una voz que le dijo: «No con aspavientos, sino con caridad y gentileza, debes atraer a estos amigos al camino de la virtud.» Y aunque esto pueda ser considerado sólo un sueño, fue en realidad el espíritu con el cual animaba su Oratorio. En los primeros días, en los que era bajo el número de sus pequeños discípulos, les atraía por medio de pequeños obsequios y halagos, y frecuentes caminatas a lugares favoritos en los alrededores de Turín. Estas excursiones se llevaban a cabo los domingos, Don Bosco oficiaba la misa en la iglesia de la villa y ofrecía una breve enseñanza sobre la Palabra; enseguida se desayunaba y se jugaba; y en la tarde se cantaban las vísperas, se daba una lección de catecismo y se recitaba el Rosario. Era común verle en el campo rodeado por niños arrodillados preparándose para la confesión.
El método de estudio de Don Bosco no incluía castigos. Se lograba la observancia de las reglas infundiendo un verdadero sentido del deber al eliminar asiduamente toda ocasión de desobediencia, y no permitiendo que ningún esfuerzo hacia la virtud, por trivial que pudiera parecer, pasara inadvertido. Él afirmaba que el maestro debía ser padre, consejero y amigo, y fue el primero en adoptar el método preventivo. Decía acerca del castigo: «Evitar el castigo en tanto sea posible…intentar ganarse el amor antes de inspirar temor.» Y en 1887 escribió: «No recuerdo haber utilizado castigo formal, y con la gracia de Dios siempre he obtenido, y de aparentemente niños sin remedio, no sólo lo que el deber exigía, sino lo que mi simple deseo expresaba.» En uno de sus libros discutió las causas de las debilidades de carácter, y en gran medida las deriva de la falta de gentileza en la crianza de los niños. Los padres hacen un desfile de talentos precoces: los niños entienden rápidamente y su sensibilidad arroba a todos los que les conocen, pero los padres habrán tenido éxito al producir un animal inteligente, perfeccionado, afectivo. El objeto principal debiera ser formar la voluntad y templar el carácter. Don Bosco intentó cultivar en todos sus pupilos el gusto por la música, pues creía que era una influencia poderosa y refinada. Decía: «La instrucción es un accesorio, como un juego; el conocimiento nunca hace al hombre porque nunca toca directamente al corazón. Proporciona más poder en el ejercicio del bien o el mal; pero por sí mismo es un arma indiferente, que busca guía.» Siempre estudiaba también las aptitudes y vocaciones de sus pupilos, y su éxito debe adjudicarse a una claridad de observación y precisión casi sobrenatural en cuanto a los corazones de los niños. En sus reglas escribió: «Confesión, Comunión frecuente, misa diaria: estos son los pilares que deben sostener toda la edificación de la educación.» Don Bosco era un infatigable confesor, y dedicaba días enteros al trabajo entre sus niños. Reconocía que la gentileza y la persuasión por sí solas no bastaban para llevar a cabo la tarea de la educación. Creía firmemente en el juego como un medio para estimular la curiosidad infantil, lo que es más, lo ubica como una de sus primeras recomendaciones, y para el resto adoptó las palabras de San Felipe Neri: «Hagan lo que deseen, no me importa en tanto no pequen.»
Estadísticas
Al tiempo de la muerte de Don Bosco en 1888 existían 250 casas de la Asociación Salesiana en todo el mundo, que incluían a 130,000 niños, y de los cuales egresaban cada año 18,000 aprendices graduados. En la casa matriz Don Bosco había seleccionado a sus pupilos más brillantes, les enseñó Italiano, Latín, Francés y matemáticas, y esta banda formó un cuerpo de enseñanza para los nuevos hogares que crecían rápidamente en otros lugares. Hasta 1888 más de seis mil sacerdotes habían egresado de las instituciones de Don Bosco, de los cuales 1,200 permanecieron en la asociación. Las escuelas ofrecían desde las primeras instrucciones a los pequeños hasta, para aquellos que lo elegían, seminarios para el sacerdocio. La asociación también dirige escuelas dominicales, escuelas vespertinas para trabajadores adultos, escuelas para aquellos que entran al sacerdocio más tarde en la vida, escuelas técnicas e imprentas para la difusión de la buena lectura en diferentes idiomas. Sus miembros también están a cargo de hospitales y asilos, cuidado de enfermos, y trabajo en las prisiones, especialmente en distritos rurales. La asociación tiene casas en los siguientes países: Italia, España, Portugal, Francia, Inglaterra, Bélgica, Suiza, Austria, Palestina y Argel; en México; en América del Sur en Ecuador, Brasil, Paraguay, Argentina, Bolivia, Uruguay, Chile, Perú, Venezuela y Colombia. En los Estados Unidos los Salesianos tienen cuatro iglesias: San Pedro y San Pablo, y Corpus Christi en San Francisco, California; San José en Oakland, California; y la Transfiguración en Nueva York. El Reverendo Michael Borghino, Provincial para América, reside en San Francisco.
E.F. SAXTON Transcrito por Matthew Dean Traducido por Lucía Lessan