El pasado miércoles hemos tenido la oportunidad de poder celebrar con toda la Iglesia y dentro de la liturgia, el primer día que se recuerda la fiesta de San Juan Pablo II, el Papa peregrino que viajó por todo el mundo resaltando que el matrimonio y la familia cristiana edifican a la Iglesia. Los hijos son fruto precioso del matrimonio. Muchos de nosotros aún mantenemos su presencia viva y cercana como un recuerdo casi vivo y real. Cuánto nos entusiasmó su incansable celo y alegría que nos contagiaba a cada paso. Recordemos algunos datos.
Su nombre de pila era Karol Jósef Wojtyla, nacido en Wadowice, (Polonia) en 1920. El día que recibió la primera comunión le fue impuesto el escapulario y desde entonces lo llevó consigo como muestra de su gran amor a la Santísima Virgen María. Perdió a su madre a los 10 años y a su padre a los 21 años. Vivió una juventud dura por el ambiente de odio y destrucción durante la Segunda Guerra Mundial con la invasión nazi, pero su inquebrantable fe lo impulsó a ingresar al seminario de manera clandestina. Fue ordenado sacerdote en 1946 y obispo de su país natal en 1958, donde escoge su lema oficial “Totus Tuus” (todo tuyo), en honor de María Santísima. Durante el Concilio Vaticano II aportó su colaboración en las constituciones dogmáticas: “Gaudium et Spes” y “Lumen Gentium”. Más tarde fue nombrado Arzobispo Metropolitano de Cracovia y posteriormente Cardenal por el ahora ya Beato Papa Pablo VI.
Entre los diversos servicios que promovía estaba la rama pastoral para los sordomudos y ciegos, el Instituto sobre la familia y el programa “S.O.S. Cardenal Wojtyla” con el fin de ayuda a madres solteras que deseaban abortar.
En 1978, a la muerte de Juan Pablo I, es elegido Sumo Pontífice, tomando el nombre de Juan Pablo II. Aquellas palabras pronunciadas el 22 de octubre de 1978, en la Misa del inicio de su pontificado, marcarían la insignia de su pontificado de 27 años: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo”.
Como un gran e incansable apóstol, realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia y 146 en ese país. Siendo un gran amigo de los jóvenes impulsó las Jornadas Mundiales de la Juventud en las que reunió a millones de jóvenes de todo el mundo para darles un mensaje de esperanza, al mismo tiempo inauguró los Encuentros Mundiales de las Familias. Él mismo, una vez dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de las familias.
Como nos decía el Papa Francisco: “La memoria de la herencia de San Juan Pablo II debe impulsar a la reflexión y al actuar concreto por el bien de la Iglesia, de la familia y de la sociedad”. El mes de octubre nos invita a renovar nuestra cooperación activa con la misión de la Iglesia, aprendemos a ser misioneros del evangelio en nuestro corazón, edificando a los demás con nuestro testimonio, al estilo de San Juan Pablo II. ¡Hablemos claro!
Pbro. Luis Ignacio Núñez Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 26 de octubre de 2014