La fecha de la celebración de la natividad de San Juan Bautista se determinó con base a la fijación de la Natividad del Señor. En la Anunciación, el Arcángel le dijo a Santa María: “Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril” (Lc 1, 36). Por ello, se desprende que Juan era seis meses mayor que Jesús, y su nacimiento ocurrió seis meses antes. Siguiendo el sistema de datación romano, si el nacimiento de Cristo era el “octavo kalendas ianuarii”, el octavo de las calendas de enero, el de Juan debía ser seis meses antes, el “octavo kalendas iulii”, el octavo de las calendas de julio. Hoy no se percibe esta conexión (varía por un día) porque ya no se usa el sistema de datación romano.
Como explica Joseph Ratzinger, la diferencia de seis meses hace que ambas fechas coincidan con el solsticio en el hemisferio norte. El de Jesús con el de invierno, cuando empiezan a aumentar las horas de luz, y el del Bautista con el de verano, cuando empiezan a disminuir las horas de luz, lo que es un bonito símbolo de las palabras de san Juan: “Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3, 30), es decir, la luz de Juan disminuye para que ilumine el sol que nace de lo alto (cf. Lc 1, 78). (Ratzinger, El espírtu de la liturgia, segunda parte, cap. V)
A diferencia del resto de los santos, que ordinariamente se celebran únicamente el día de su muerte, a san Juan Bautista se le celebra tanto con motivo de su nacimiento (el 24 de junio, con grado de solemnidad) como de su martirio (29 de agosto, con grado de memoria). Con ello se recuerda lo que dijo Jesús del Precursor: “No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista” (Mt 11, 11).