María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
Al dar su bienvenida este mediodía, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, el Papa Bergoglio agradeció a su Presidente, el Profesor Stefano Zamagni, sus amables palabras y por haber aceptado presidir esta Academia. Y recordó inmediatamente que también este año han elegido tratar un tema de actualidad permanente:
«Desafortunadamente – dijo el Santo Padre – tenemos ante nuestros ojos situaciones en las que algunos Estados nacionales implementan sus relaciones en un espíritu más de contraposición que de cooperación” Y añadió que, además, se constata que las fronteras de los Estados no siempre coinciden con demarcaciones de poblaciones homogéneas y que muchas tensiones se deben a una excesiva reivindicación de soberanía por parte de los Estados, a menudo precisamente en ámbitos en los que ya no son capaces de actuar eficazmente para proteger el bien común.
Desafíos de carácter global para la humanidad
Además, el Pontífice destacó que tanto en su Encíclica Laudato si’ como en su Discurso a los Miembros del Cuerpo Diplomático de este año, él mismo ha llamado la atención sobre los desafíos de carácter global a los que se enfrenta la humanidad, tales como el desarrollo integral, la paz, el cuidado de la casa común, el cambio climático, la pobreza, las guerras, las migraciones, la trata de personas, el tráfico de órganos, la protección del bien común y las nuevas formas de esclavitud.
Después de citar a Santo Tomás con su noción de lo que es un pueblo, el Obispo de Roma afirmó que “la Iglesia siempre ha exhortado al amor de su propio pueblo, de la patria, a respetar el tesoro de las diversas expresiones culturales, de las costumbres y hábitos y de los modos justos de vivir enraizados en los pueblos.
El nacionalismo conflictivo levanta muros
Y destacó que la Iglesia ha advertido siempre a las personas, a los pueblos y a los gobiernos acerca de las desviaciones de este apego cuando se dirige a la exclusión y al odio de los demás, cuando se convierte en un nacionalismo conflictivo que levanta muros, es más, incluso en racismo o antisemitismo”.
Por esta razón Francisco no dudó en recordar que “la Iglesia observa con preocupación el resurgimiento, en casi todas partes del mundo, de corrientes agresivas hacia los extranjeros, especialmente los inmigrantes, así como ese nacionalismo creciente que descuida el bien común».
Sí, porque como dijo el Papa, “esto podría comprometer las formas ya consolidadas de cooperación internacional”, haciendo que se corra el riesgo de “socavar los objetivos de las Organizaciones internacionales como espacio de diálogo y de encuentro para todos los países en un nivel de respeto mutuo, y obstaculizar el logro de los Objetivos de desarrollo sostenible aprobados unánimemente por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015”.
El Estado está al servicio de las personas
También reafirmó que es doctrina común que el Estado está al servicio de la persona y de los grupos naturales de personas como la familia, el grupo cultural, la nación como expresión de la voluntad y de las costumbres profundas de un pueblo, el bien común y la paz. Y dijo que sin embargo, “con demasiada frecuencia los Estados están subordinados a los intereses de un grupo dominante, sobre todo por razones de beneficio económico, que oprime, entre otras, a las minorías étnicas, lingüísticas o religiosas que se encuentran en su territorio”.
Y desde esta perspectiva y a modo de ejemplo Francisco agregó que el modo con que una nación acoge a los migrantes revela su visión de la dignidad humana y su relación con la humanidad. En efecto – prosiguió diciendo el Papa – “toda persona humana es miembro de la humanidad y tiene la misma dignidad”. Y “cuando una persona o una familia se ve obligada a abandonar su propia tierra, debe ser acogida con humanidad”.
Acoger, proteger, promover e integrar
Por eso recordó que muchas veces ha dicho que “nuestras obligaciones con los migrantes se articulan en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar”. Sabiendo que “el migrante no es una amenaza para la cultura, las costumbres y los valores de la nación que lo acoge”. Y que también él tiene el deber de integrarse en la nación receptora. Precisando, sin embargo que “integrarse no significa asimilar, sino compartir el tipo de vida de su nueva patria, aunque siga siendo él mismo como persona, portador de su propia historia biográfica”. De este modo – añadió Francisco – el migrante podrá presentarse y ser reconocido como una oportunidad para enriquecer al pueblo lo integra. De manera que “es tarea de la autoridad pública proteger a los migrantes y regular los flujos migratorios con la virtud de la prudencia, así como promover la acogida de manera que las poblaciones locales reciban formación y se les aliente a participar conscientemente en el proceso de integración de los migrantes que son acogidos”.
El Papa Francisco les dijo además que la cuestión migratoria, que es un dato permanente de la historia de la humanidad, anima la reflexión sobre la naturaleza del Estado nacional, teniendo en cuenta que todas las naciones son el resultado de la integración de sucesivas oleadas de personas o grupos de migrantes y tienden a ser imágenes de la diversidad de la humanidad, estando unidas por valores y recursos culturales comunes y sanas costumbres. De ahí que, según el Pontífice, un Estado que despierte los sentimientos nacionalistas de su propio pueblo contra otras naciones o grupos de personas “fracasaría en su misión”, sabiendo, por la historia, “adónde conducen estas desviaciones”.
Tras referirse al principio de subsidiariedad, el Papa manifestó que es de esperar que, por ejemplo, no perdamos en Europa la conciencia de los beneficios de este camino de acercamiento y armonía entre los pueblos emprendido después de la Segunda Guerra Mundial. Y recordó que en América Latina, Simón Bolívar impulsó a los líderes de su tiempo a forjar el sueño de una Patria Grande que sepa y pueda acoger, respetar, abrazar y desarrollar la riqueza de cada pueblo. “Esta visión cooperativa entre las naciones – dijo Francisco – puede hacer avanzar la historia relanzando el multilateralismo, opuesto tanto a los nuevos impulsos nacionalistas como a una política hegemónica”.
Entre otros temas relacionados el Pontífice aludió a evitar la amenaza de recurrir a los conflictos armados, al diseño de una globalización imaginada como esférica, que nivela las diferencias y sofoca la localización, y a la implementación de una globalización «polifacética», que apoye una sana lucha por el reconocimiento mutuo entre la identidad colectiva de cada pueblo y nación y la propia globalización, según el principio de que todo está por encima de las partes, a fin de llegar a un estado general de paz y armonía.
Por último el Papa los animó a perseverar en su búsqueda de procesos para superar lo que divide a las naciones y a proponer nuevos caminos de cooperación, especialmente con respecto a los nuevos desafíos del cambio climático y la nueva esclavitud, así como el excelso bien social que es la paz. Llamándolos queridos amigos, “como habitantes de nuestro tiempo, cristianos y académicos de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales”, el Santo Padre les pidió que colaboren con él en la difusión de esta conciencia de renovada solidaridad internacional en el respeto de la dignidad humana, el bien común, el respeto del planeta y el bien supremo de la paz. Y tras bendecirlos de corazón les dijo que los acompaña con su oración, a la vez que les pidió que también ellos no se olviden de rezar por él.