2016-10-19 Radio Vaticana
(RV).- «Supongan que un hermano o hermana andan medio desnudos, o sin el alimento necesario, y uno de ustedes le dice: vayan en paz, abríguense y coman todo lo que quieran; pero no les da lo que sus cuerpos necesitan ¿de qué sirve?» (Sant 2, 15-16) Una de las consecuencias del así llamado ‘bienestar’ es la de conducir a las personas a encerrarse en sí mismas, volviéndolas insensibles a las exigencias de los demás. En cambio, la realidad debe ser afrontada por lo que es, y hay necesidades urgentes que requieren una respuesta «inmediata y urgente». Entre ellas, el hambre y la sed. De la carta del apóstol Santiago, la reflexión del Papa sobre dos de las obras de misericordia corporales:
“Queridos hermanos y hermanas, como hemos escuchado en la Carta de Santiago, hay situaciones de necesidad entre nosotros que requieren una respuesta inmediata y urgente, como dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento; ambas son obras de misericordia corporales. Es muy dura la experiencia del hambre y la sed, y desgraciadamente es una realidad actual y cercana a nosotros. Cada día encontramos personas que sufren estos males y necesitan nuestra ayuda”.
El derecho a la alimentación y al agua, cumple un papel importante para la consecución de otros derechos. Citando a Benedicto XVI, el Obispo de Roma recordó que dar de comer al hambriento es un imperativo ético para la Iglesia Universal. Cuántas veces los medios de comunicación informan sobre poblaciones que sufren la falta de alimento y de agua con graves consecuencias en especial para los niños. Ante estas noticias la opinión pública se siente tocada y parten las campañas de ayuda. Pero, ¿qué sucede cuando encuentro “en primera persona” al hambriento o al sediento?
“Jesús nos enseña a responder a estas necesidades con su ejemplo, – dijo el Sucesor de Pedro hablando en nuestro idioma. Y nos recuerda que «él es el pan de vida» y «quien tenga sed venga mí». Él mandó a sus discípulos que dieran de comer a la multitud, pero ellos sólo tenían cinco panes y dos peces. Jesús pronunció sobre estos la bendición y los partió, y al distribuirlos, todos quedaron saciados. Su ejemplo nos interpela y nos anima a reconocer que cuando damos nuestro poco al hermano necesitado se hace presente la ternura y la misericordia de Dios”.
La pobreza en abstracto no nos interpela. Fue ésta otra de las afirmaciones del Papa Francisco hablando en italiano. “La pobreza en abstracto nos hace pensar, lamentar…”, dijo,en cambio cuando uno ve la pobreza en la carne de un hombre, de una mujer, de un niño, ¡esto sí que nos interpela! Y es por eso que tenemos la costumbre de ‘huir’ de los necesitados, de no acercarnos, o de “maquillar” la realidad de los necesitados con costumbres a la moda: nos aleja de la realidad.
De ahí la afirmación del pontífice a partir de la narración del Apóstol Santiago: “siempre hay alguien que tiene hambre y sed y que necesita de mi” y “no puedo delegarlo a ningún otro”. “Éste pobre necesita de mí, de mi ayuda, de mi palabra, de mi compromiso”. “Si la fe no está seguida por las obras, está completamente muerta”. Y todos, aseveró el Papa, estamos involucrados en esto.
En la conclusión de su catequesis impartida en nuestro idioma el Sucesor de Pedro lanzó nuevamente una invitación: aquella de salir al encuentro de las necesidades más básicas de los que encontremos en nuestro camino, dando lo poco que tenemos. “Dios, a su vez, les corresponderá con su gracia y los colmará de una auténtica alegría. Muchas gracias”.
(Griselda Mutual – Radio Vaticano)