2016-12-18 Radio Vaticana
(RV).- El Papa Francisco agradeció en nombre de los niños de Bangui y de los damnificados por el terremoto en el centro de Italia, por medio de un vídeo mensaje con el que se abrió el concierto de beneficencia promovido por la Gendarmería Vaticana, en el Aula Pablo VI.
Hablar de los pobres y de la misericordia no es una enfermedad, señaló el Santo Padre, añadiendo que la ternura de la Navidad ya cercana nos recuerda que la Misericordia es el modo con el que Dios ha entrado en el mundo y cómo se ha revelado, empezando por el anuncio del nacimiento del Niño Jesús a los pastores y no a los reyes y príncipes.
Con su alegría por esta iniciativa benéfica, destinada a sostener un hospital pediátrico en la capital de la República Centroafricana y a los damnificados por el reciente seísmo en Italia, el Obispo de Roma hizo hincapié en la importancia de la oración y de la caridad activa, para ser testimonios de la Misericordia de Dios:
«Todos artesanos de misericordia, porque como ya dije en otras ocasiones, las obras de misericordia que encuentran a su inspirador en Dios y la materia en la misericordia misma, están moldeadas por manos y corazones de hombres y mujeres.
Al concluir el jubileo extraordinario, entregando la Carta Apostólica Misericordia et misera, recordé cómo la cultura de la misericordia se forma en la oración asidua y cómo para vencer la tentación de las palabras, de la teoría sobre la misericordia, es necesario transformar la misericordia en la vida de cada día, vida que se vuelve participación y compartir.
Por ejemplo hoy, esto… pensamos en Bangui, pensamos en las tierras damnificadas por el terremoto, pero vemos que los niños de Bangui han hecho una colecta para los niños de las tierras damnificadas por el terremoto. Esto se llama ser artesanos de la Misericordia.
Así, esta noche se amplía el horizonte del Jubileo de la Misericordia, participando y compartiendo situaciones concretas de pobreza y de necesidad: Bangui y las tierras damnificadas por el terremoto del centro de Italia.
Esta noche todos ustedes participan concreta y generosamente en la construcción de dos proyectos dirigidos a los más débiles y frágiles, los niños, que serán signos visibles del Año de la Misericordia y que llevarán la firma de tantos de ustedes.
A veces alguien me pregunta: pero usted padre habla siempre de los pobres y de la misericordia. Sí, digo, es verdad, pero no es una enfermedad. Es simplemente el modo con el que Dios se ha revelado.
En efecto, la Navidad ya a las puertas nos recuerda el modo con el Dios ha entrado en el mundo: nace, de María Virgen, como todos los niños nace, es envuelto en pañales, tomado en los brazos, amantado.
No sólo: Él, su mamá, María Virgen, y José tuvieron que afrontar el hecho de que no había lugar para ellos en la posada.
Aún más: la buena noticia, el anuncio del nacimiento no se entrega a reyes y a príncipes, sino a pastores, hombres considerados poco o mal, pecadores empedernidos, podríamos decir.
Este es nuestro Dios; no totalmente otro, sino absolutamente próximo. Por ello, ser artesanos de la caridad y constructores de misericordia es como invertir no en la bolsa, sino en el paraíso, en la vida de beatitud del cielo, en el amor del Padre.
Gracias a todos. Gracias en nombre de los niños de Bangui y de los de las zonas damnificadas por el terremoto. No podemos hacer cosas grandes, realizar grandes proyectos, pero lo que haremos llevará la firma de nuestra pasión, el Evangelio.
¡Feliz Navidad a todos!»
(CdM – RV)