En el mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el Papa denunció la prostitución y la pedopornografía, el fenómeno de los niños soldado y el trabajo infantil que los vuelve «esclavos»
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Francisco: los menores migrantes en riesgo, invisibles y sin voz
13/10/2016
IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO
Entre los migrantes, «los niños constituyen el grupo más vulnerable entre los emigrantes, porque, mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz» y «acaban fácilmente en lo más bajo de la degradación humana, donde la ilegalidad y la violencia queman en un instante el futuro de muchos inocentes, mientras que la red de los abusos a los menores resulta difícil de romper». Es la denuncia que hizo Papa Francisco en el Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que cae el próximo domingo 15 de enero. Este año, el tema del mensaje es: «Migrantes menores de edad, vulnerables y sin voz». En el texto, Francisco cita la dura advertencia de Jesús en contra de los que escandalizan a los pequeños, refiriéndose a los que hoy explotan a los menores migrantes en los círculos de la prostitución o de la pornografía, a los que hoy los esclavizan con el trabajo infantil o los enrola como soldados.
Los evangelistas, recordó el Papa en el documento firmado el pasado 8 de septiembre y publicado hoy por el Vaticano, «se fijan también en la responsabilidad del que actúa en contra de la misericordia: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar”. ¿Cómo no pensar en esta severa advertencia cuando se considera la explotación ejercida por gente sin escrúpulos, ocasionando daño a tantos niños y niñas, que son iniciados en la prostitución o atrapados en la red de la pornografía, esclavizados por el trabajo de menores o reclutados como soldados, involucrados en el tráfico de drogas y en otras formas de delincuencia, obligados a huir de conflictos y persecuciones, con el riesgo de acabar solos y abandonados?».
Por ello, escribió Francisco, «con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebra cada año, deseo llamar la atención sobre la realidad de los emigrantes menores de edad, especialmente los que están solos, instando a todos a hacerse cargo de los niños, que se encuentran desprotegidos por tres motivos: porque son menores, extranjeros e indefensos; por diversas razones, son forzados a vivir lejos de su tierra natal y separados del afecto de su familia».
Las migraciones en la actualidad están asumiendo cada vez más las dimensiones de una «dramática cuestión mundial», recordó el Pontífice, y «son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos. La carrera desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la explotación y el abuso de menores y, en general, la privación de los derechos propios de la niñez sancionados por la Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia». La edad infantil, subrayó el papa, «tiene unas exigencias únicas e irrenunciables», como un ambiente familiar sano y seguro donde se pueda crecer con una educación adecuada y el «derecho a jugar y a realizar actividades recreativas», es decir el derecho «a ser niños». Sin embargo, subrayó el Papa, «los niños constituyen el grupo más vulnerable entre los emigrantes, porque, mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz: la precariedad los priva de documentos, ocultándolos a los ojos del mundo; la ausencia de adultos que los acompañen impide que su voz se alce y sea escuchada. De ese modo, los niños emigrantes acaban fácilmente en lo más bajo de la degradación humana, donde la ilegalidad y la violencia queman en un instante el futuro de muchos inocentes, mientras que la red de los abusos a los menores resulta difícil de romper».
Para responder a esta realidad, Francisco indicó antes que nada que «el fenómeno de la emigración no está separado de la historia de la salvación, es más, forma parte de ella. Está conectado a un mandamiento de Dios: “No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto”; “Amaréis al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto”. Este fenómeno es un signo de los tiempos, un signo que habla de la acción providencial de Dios en la historia y en la comunidad humana con vistas a la comunión universal. Sin ignorar los problemas ni, tampoco, los dramas y tragedias de la emigración, así como las dificultades que lleva consigo la acogida digna de estas personas, la Iglesia anima a reconocer el plan de Dios, incluso en este fenómeno, con la certeza de que nadie es extranjero en la comunidad cristiana, que abraza “todas las naciones, razas, pueblos y lenguas”».
El Papa dio tres indicaciones para los migrantes menores de edad: «es necesario centrarse en la protección, la integración y en soluciones estables». Según Francisco, «la línea divisoria entre la emigración y el tráfico puede ser en ocasiones muy sutil. Hay muchos factores que contribuyen a crear un estado de vulnerabilidad en los emigrantes, especialmente si son niños: la indigencia y la falta de medios de supervivencia (a lo que habría que añadir las expectativas irreales inducidas por los medios de comunicación); el bajo nivel de alfabetización; el desconocimiento de las leyes, la cultura y, a menudo, de la lengua de los países de acogida. Esto los hace dependientes física y psicológicamente. Pero el impulso más fuerte hacia la explotación y el abuso de los niños viene a causa de la demanda. Si no se encuentra el modo de intervenir con mayor rigor y eficacia ante los explotadores, no se podrán detener las numerosas formas de esclavitud de las que son víctimas los menores de edad».
En segundo lugar, hay que «trabajar por la integración de los niños y los jóvenes emigrantes. Ellos dependen totalmente de la comunidad de adultos y, muy a menudo, la falta de recursos económicos es un obstáculo para la adopción de políticas adecuadas de acogida, asistencia e inclusión. En consecuencia, en lugar de favorecer la integración social de los niños emigrantes, o programas de repatriación segura y asistida, se busca sólo impedir su entrada, beneficiando de este modo que se recurra a redes ilegales; o también son enviados de vuelta a su país de origen sin asegurarse de que esto corresponda realmente a su “interés superior”. La situación de los emigrantes menores de edad se agrava más todavía cuando se encuentran en situación irregular o cuando son captados por el crimen organizado. Entonces, se les destina con frecuencia a centros de detención. No es raro que sean arrestados y, puesto que no tienen dinero para pagar la fianza o el viaje de vuelta, pueden permanecer por largos períodos de tiempo recluidos, expuestos a abusos y violencias de todo tipo. En esos casos, el derecho de los Estados a gestionar los flujos migratorios y a salvaguardar el bien común nacional se tiene que conjugar con la obligación de resolver y regularizar la situación de los emigrantes menores de edad, respetando plenamente su dignidad y tratando de responder a sus necesidades, cuando están solos, pero también a las de sus padres, por el bien de todo el núcleo familiar».
Al final, «es absolutamente necesario que se afronten en los países de origen las causas que provocan la emigración. Esto requiere, como primer paso, el compromiso de toda la Comunidad internacional para acabar con los conflictos y la violencia que obligan a las personas a huir»
El cardenal Antonio Maria Vegliò, presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, que formará parte del nuevo dicasterio vaticano para la promoción del desarrollo humano, respondió a algunas preguntas de los periodistas sobre el mensaje papal. Se refirió a la situación en Francia, pero también dentro del mundo católico en relación con los migrantes: no es posible, afirmó «acoger a todos los migrantes, pero esto no puede significar cerrazón». Frente a una «Europa muy egoísta», «no es humano ni cristiano» rechazar a los migrantes. En relación con los Estados Unidos, en medio del debate electoral para las próximas presidenciales, dijo que «hay que encontrar un equilibrio entre el respeto de la identidad y el respeto de los derechos, y es una decisión delicada». El cardenal Vegliò se dijo contento de que el en nuevo dicasterio el Papa se ocupará personalmente de la cuestión de las migraciones, signo de la atención y de las preocupaciones de Francisco.