La experiencia de Dios transfigura. Esta me parece fue la experiencia que nos compartió Don Cruz en una de las comunidades de las montañas de San Joaquín, quien cuando hablaba de su encuentro con Cristo reflejaba en su rostro la luz de Dios y en sus palabras la fuerza de la verdad de Dios. Sin duda en algún momento de su vida tuvo la oportunidad de subir al Tabor, es decir vivir un encuentro con quien es la luz y la comparte, y bajo de la “colina” con su rostro transfigurado, más aun todo el transfigurado.
Jesús escoge un monte alto, que en la mentalidad judía significaba estar en cercanía y comunicación con Dios; conduce a sus discípulos a la tranquilidad y al silencio, de tal manera que quiere dejar una huella profunda en sus corazones a fin de que comprendan que es una experiencia que se puede vivir en lo ordinario sin tintes de sensacionalismo. La transfiguración pudiera haberse realizado delante de miles, como en la multiplicación de los panes, sin embargo el Señor quiere mostrar su gloria, su rostro resplandeciente a unos cuantos para que ello a su vez lo compartan a los demás; nadie podrá hacerlo si esta vivencia no se comparte con un rostro resplandeciente por tener la alegría de Dios en el corazón, por esta lleno de su Palabra en un esfuerzo continuado por hacerla vida.
Ahora Jesús se transfigura en la cima, y todo lo comparte con sus discípulos, pero no se queda allí a pesar de la tentación de sus seguidores, de quedarse a vivir solos esta felicidad; la respuesta de Jesús es lanzarlos al mundo, es decir, bajar del monte para anunciar la Buena Noticia, la luz “que ilumina a las naciones”, para recorrer los caminos donde vive el pueblo y donde se incluía el subir a otra colina, la del Calvario; aquí ya no todos le siguieron. Sin embargo la luz del Espíritu Santo les iluminaria posteriormente y les haría entender que no se puede vivir la gloria sin pasión, que no se puede vivir la resurrección sin antes morir.
Gracias a todos los hermanos, con rostros transfigurados, que en mis recorridos por esta Iglesia Queretana y en mis Visitas Pastorales me voy encontrando; a todos ellos que han bajado del monte y no se han quedado con su experiencia de Dios para ser felices a solas, o con un grupito de “iluminados” dejando en la orfandad de Dios a los que viven en las faldas de las montañas, en los valles o en los lugares mas alejados o abandonados por nosotros mismos por mucho tiempo.
Mi invitación a todos lo bautizados, porque esto es compromiso de quienes hemos sido sumergidos en el Espíritu Santo por el Bautismo, a recorrer los caminos del mundo, a ser sensibles las necesidades de todos los hermanos, porque no se puede realizar la Misión del amor de Dios, sin ser Buen Samaritano; por ello no podemos vivir ni pasar indiferentes ante el necesitado por su pobreza material y por sus vacíos de amor.
Gracias a quienes como Don Cruz, en su respectiva trinchera, comparten con gozo su encuentro con Cristo, su experiencia de Dios. ¿Qué tengo hoy, en este momento que compartir? Quien ha vivido la experiencia de la transfiguración, mucho tendrá que iluminar, nunca ensombrecer el escenario de nuestras comunidades, ni de los corazones.
¡Ánimo!
† Faustino Armendáriz Jiménez IX Obispo de Querétaro