En estos días el Santo Padre se está reuniendo con los obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano, en ocasión de la Visita Ad limina. Al mismo tiempo los obispos aprovechan para visitar los distintos dicasterios de la Curia Romana. Varios son los puntos y consignas que el Vicario de Cristo les propuso.
Destaco a mi modo de ver, lo más importante. Durante el encuentro y antes de entregarles el discurso, el Papa Francisco evidenció que a pesar de los graves problemas que enfrenta el país, la Iglesia en México está consolidada sobre dos pilares fundamentales. Uno, la oración con el Señor y segundo, la cercanía con su pueblo.
En el texto que les entregó, el Papa recuerda que como muchos países latinoamericanos, la historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan el espíritu de su pueblo. Destacando sin lugar a dudas la presencia viva y cercana de la Virgen de Guadalupe.
Las múltiples violencias que afligen a nuestra sociedad, particularmente a los jóvenes, constituyen un renovado llamamiento a promover este espíritu de concordia a través de la cultura del encuentro, del diálogo y de la paz. Así mismo, el Papa ha manifestado conocer los desvelos por los más necesitados, la preocupación por las víctimas del narcotráfico y los grupos sociales más vulnerables y del compromiso por la defensa de los derechos humanos y el desarrollo integral de la persona. Todo esto, indica el Pontífice, “es expresión de la íntima conexión que existe entre el anuncio del Evangelio y la búsqueda del bien de los demás, coopera, sin duda, a dar credibilidad a la Iglesia y relevancia a la voz de sus pastores”.
También ha querido darle su lugar a la labor insustituible de los laicos, que sacando fuerza de la Palabra de Dios, de los sacramentos y de la oración, pide que vivan la fe en el corazón de la familia, de la escuela, de la empresa, del movimiento popular, del sindicato, del partido y aún del gobierno, dando testimonio de la alegría del evangelio.
Refiriéndose a la familia indicó: “Es la célula básica de la sociedad y primer centro de evangelización, es un medio privilegiado para que el tesoro de la fe pase de padres a hijos. Los momentos de diálogo frecuentes en el seno de las familias y la oración en común permiten a los niños experimentar la fe como parte integrante de la vida diaria”. Por eso, se debe intensificar la pastoral de la familia para que enfrente a la cultura deshumanizadora de la muerte, convirtiéndose en promotora de la cultura del respeto a la vida en todas sus fases, desde su concepción hasta su ocaso natural.
Así mismo, destacó el papel e importancia de la parroquia para vivir la fe con coherencia y sin complejos en la sociedad actual. Promoviendo espacios de formación y capacitación permanente. Sin olvidar el encuentro personal con los fieles para interesarse por su situación, alentando sus trabajos pastorales y proponerles una y otra vez como modelo, de palabra y con el ejemplo a Jesucristo Sacerdote que nos invita a despojarnos de los oropeles de la mundanidad, del dinero y del poder.
Manifestó su inquietud por los que sienten el llamado de Cristo, a cuidar especialmente la promoción, selección y formación de las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada. Como expresiones de la fecundidad de la Iglesia y de su capacidad de generar discípulos y misioneros que siembren en el mundo entero la buena simiente del Reino de Dios.
Gracias, Santo Padre, como un haz de espigas todos los católicos mexicanos renovamos nuestra fe y oramos por usted y todas sus intenciones. Y como Ud. nos dijo, María no nos va a dejar solos ante tantos problemas y dolorosos… Lo esperamos pronto en nuestro México. ¡Hablemos claro!
P. Luis Ignacio Núñez Publicado en el semanario «Diócesis de Querétaro» del 25 de mayo de 2014