Luis-Fernando Valdés
Vivimos al filo de la sospecha. ¿Realmente, por qué renunció el Papa? ¿Fue a causa de las intrigas vaticanas? ¿En verdad está enfermo? Necesitamos respuestas.
Hoy miércoles, tuvo lugar la primera Audiencia general de Benedicto XVI después del anuncio de su dimisión. En lengua italiana manifestó nuevamente los motivos de su decisión, y dijo prácticamente lo mismo que hace tres días durante el Consistorio delante de los Cardenales.
“He hecho esto con plena libertad –declaró el Papa– por el bien de la Iglesia, después de haber rezado mucho tiempo y haber examinado delante de Dios mi conciencia, siendo conocedor de la gravedad de este acto, pero también sabiendo que no estoy preparado para desempeñar el ministerio petrino con la fuerza que este requiere.” [Noticia y video]
Parece evidente que la renuncia se deba a la frágil salud, dado que Benedicto XVI es un hombre de 85 años, y que –como reveló ayer el portavoz vaticano–fue sometido hace pocos meses a una cirugía para renovar las baterías de su marca pasos. [El Universal, 13.feb.2013] [Infografía: ficha médica del Papa]
Sin embargo, la “mentalidad de la sospecha” que recorre desde finales del s. XIX la cultura occidental se impone: “No puede ser que sea sólo por motivos de salud”. Y como guión de serie policiaca, algunos buscan el motivo “verdadero”, pues dudan de las razones expuestas por el Papa mismo. Como si el Pontífice mintiera o, al menos, no dijera “toda” la verdad.
Como apunta el comentarista vaticano, Diego Contreras, “es curioso, pero a veces resulta dificil aceptar que otros actúen con transparencia. Para Benedicto XVI, la transparencia es una expresión de la verdad y no una táctica cosmética. Así lo ha mostrado también durante los momentos más dolorosos de su pontificado, en especial ante la crisis de los abusos.” [La Iglesia en la Prensa, 13.feb.2013]
La clave para entender que no hay nada detrás radica en confiar en las razones que el mismo Papa aduce. La primera que es una decisión tomada en conciencia, luego de mucho reflexionar. Sobre esto, el importante vaticanista italiano, Luigi Acattolli, alaba al Santo Padre “por no haberse dejado condicionar por el peso de la tradición y por haber tomado su decisión –como parece ser– sin consultar a nadie, obedeciendo a su propia conciencia.” [Blog, 11.feb.2013]
El segundo motivo del Papa es que su precaria salud física no puede resistir más el ritmo que se requiere para dirigir a la Iglesia. Por eso, su declaración de esta mañana constituye un acto de profunda sinceridad: “he hecho esto por el bien de la Iglesia”.
La actitud del Card. Herranz, uno de los responsables de la investigación del caso “Vatileaks”, es muy orientadora. En una entrevista reciente, la corresponsal de “El mundo” (España), le preguntaba si las causas de la dimisión papal era las intrigas de la curia, los “Vatileaks” o la crisis de la pederastia.
Y el purpurado contestó que la causa real es la mala salud del Papa. Y añadió con gran sentido común: “yo no quiero entrar en la conciencia del Papa, no me lo permitiría nunca ni creo que sea legítimo. Yo no puedo dar más razones para explicar su decisión que las que él mismo ha dado.” [ElMundo, 12.feb.2013]
Hay que superar las sospechas. Hay que recuperar el valor de la verdad, el valor de la confianza. El Papa Joseph Ratzinger es un hombre que acepta la verdad, y ha aceptado la verdad de sus propias limitaciones. Su renuncia es un acto de profunda coherencia. Sin duda, Benedicto XVI le está dando una nueva fisonomía al Papado y pasará a la historia como un Romano Pontífice honesto y sincero.