DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO
(Lc 21, 5-19)
«No tengan miedo, ni se dejen engañar»
Con este domingo llegamos casi al final del año litúrgico, lo que significa que dentro de ocho días estaremos celebrando la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. En este contexto la liturgia nos ofrece una palabra de ánimo y de esperanza: Jesús, en la primera parte del así llamado, discurso sobre los últimos tiempos (Lc 21, 5-19). Nos invita a “No tener miedo, ni a dejarnos engañar”. Al contario nos empuja para que aprendamos a vivir, leyendo los signos de los tiempos, que nos disponen para el encuentro con el Señor.
Jesús, ante la admiración de algunos por la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que loa adornaban. Les dice: “Esto que contemplan, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida” (Lc 21, 6). Naturalmente le preguntan: ¿cuándo va a ser eso?, ¿cuáles serán las señales? Pero Jesús con su respuesta va más allá, va a lo que realmente es esencial. “No se dejen engañar por los falsos mesías”, “Vivan el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia”.
Hoy en día ocurren numerosos acontecimientos que en la lógica del mundo son apocalípticos y nos toman por sorpresa. Las guerras, la pobreza, la indiferencia, la pérdida del humanismo, el crimen organizado, la impunidad, con mucha facilidad nos empujan a pensar que efectivamente ha llegado el fin de los tiempos.
Por otro lado, cada vez surgen más y más, sectas y movimientos espiritistas cuyos líderes dicen conocer la verdad y resolverlo todo. Existen falsos «salvadores», incluso brujos que buscan sustituir a Jesús, personalidades que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes.
Jesús nos enseña que él mismo nos dará las palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario. Creámosle a Jesús esto que nos dice. El inmenso horizonte de la misión eclesial, la complejidad de la situación actual, requieren hoy nuevas formas para poder comunicar eficazmente la Palabra de Dios. El Espíritu Santo, protagonista de toda evangelización, nunca dejará de guiar a la Iglesia de Cristo en este cometido (VD, 97). La Palabra de Dios llega a los hombres «por el encuentro con testigos que la hacen presente y viva». De modo particular, las nuevas generaciones necesitan ser introducidas a la Palabra de Dios «a través del encuentro y el testimonio auténtico del adulto, la influencia positiva de los amigos y la gran familia de la comunidad eclesial».
El texto termina con una frase que considero es la clave de todo. “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida” (v. 19). La fidelidad es el antídoto que nos dispone para encontrarnos con Dios. ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son una llamada a la esperanza y a la paciencia, a saber esperar los frutos seguros de la salvación, confiando en el sentido profundo de la vida y de la historia: las pruebas y las dificultades forman parte de un designio más grande; el Señor, dueño de la historia, conduce todo a su realización. A pesar de los desórdenes y los desastres que agitan el mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá. Y ésta es nuestra esperanza: andar así, por este camino, en el designio de Dios que se realizará. Es nuestra esperanza.
Pidámosle al Señor que nos ayude a ser fieles. Que no nos dejemos intimidar por los acontecimientos de la vida ordinaria que como dice el evangelio “tienen que suceder”.