En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿ Acaso soy yo Judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mi. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.
Pilato le dijo: “¿Con que tú eres rey?”. Jesús le contestó: “Tu lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Palabra del Señor.
La historia puso frente a frente a Jesús y a Pilato; se confrontan el representante del imperio romano, del poder y el Justo, sometido a un falso proceso que ya está decidido. La concepción de poder de ambos es irreconciliable, ya que la lógica de ambos también es opuesta. Están a corta distancia el uno del otro, y sin embargo muy lejanos en la concepción de la verdad y el poder. Para Jesús el poder es servicio, para Pilato es instrumento de dominio; para Jesús la verdad procede por actos de amor, para Pilato es fruto del Derecho Romano.
El contraste es vivo y lacerante. Jesús en los evangelios había rechazado siempre las pretensiones de llegar al poder, de ser erigido rey. Al final de su vida, el mismo dice “Soy Rey”, en una situación en que esta frase para algunos resultará grotesca, ya que es un reo humillado e insultado, a punto de recibir la sentencia a una muerte terrible en la cruz. A esto San Pablo le llamó “el escandalo de la cruz”. Este contraste doloroso nos ayuda a acercarnos al Misterio de Jesús y ante el crucifijo con un inmenso respeto, con la actitud de quien tiene que estar siempre aprendiendo.
El núcleo del mensaje de Jesús es el Reino de Dios, por ello Jesús no se intimida ante Pilato y afirma claramente su realeza, su misión mesiánica.
Para los romanos, Rey era sinónimo de emperador o jefe con todos los poderes. Para los judíos, era el rey esperado que habría de humillar a los paganos e instaurar el reino de Israel. Jesús acepta el calificativo de rey, pero en un sentido totalmente distinto al de los romanos y judíos. Su realeza responde al proyecto de Dios sobre el ser humano y la sociedad. Y en el proyecto de Dios, el Rey Mesías es el defensor del pueblo, el que imparte justicia y defiende a los débiles.
Así, Jesús es rey, a lo largo del evangelio, porque alimenta a los pobres, cura a los enfermos, expulsa a los demonios, implanta la justicia, practica el servicio, rechaza el dominio y la violencia, da testimonio de la verdad y se entrega hasta el final a la causa del Reino.
Un rey con estas características, no existía en aquel tiempo y mucho menos hoy, pero si hay seguidores, discípulos de Jesús que a pesar de ser anónimos en la sociedad, sin aplausos ni reconocimientos públicos (ni privados), viven la experiencia de reinar con Jesús. Así ejerce su realeza y mesianismo, subvirtiendo los valores de la sociedad.
Su realeza no tiene nada que ver con este mundo. Para realizar su obra no se apoya en la fuerza ni ejerce el dominio; los que lo sigan lo harán libremente.
La invitación es a contemplar a Jesús, maltratado y humillado, pero lleno de dignidad y fiel a su mensaje y misión, que nos interroga a fijarnos en los fundamentos de nuestra dignidad y preguntarnos ¿cuáles son los valores que consideramos realizan humanamente a cualquier persona? Volvamos los ojos a Jesús, consumador de nuestra fe, y en Él descubramos cual es nuestra misión, nuestro camino y nuestra dignidad.
Orar ante Jesús “Ecce homo” sin presencia, sin figura, pero que destila e infunde paz, libertad y dignidad. ¡Él es nuestro Rey!
Sigue haciendo eco en el corazón de nuestro pueblo el grito de ¡Viva Cristo Rey! Que ayudó a sus seguidores a dar la vida por su causa; por ello seguimos exclamado con la conciencia de que en torno a Él gira nuestra vida como Señor de nuestras vidas: ¡Viva Cristo Rey!
“Quédate, Señor, con aquellos que en nuestra sociedad son más vulnerables; quédate con los pobres y humildes, con los indígenas… que no siempre han encontrado espacio y apoyos para expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad… ¡Fortalece a todos en su fe…!
† Faustino Armendáriz JiménezIX Obispo de Querétaro