VI Domingo Ordinario
Jesús se compadeció de él…
Pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés.
Tras la curación de la suegra de Pedro y a otros muchos enfermos, san Marcos cuenta el primer gran milagro de Jesús: la curación de un leproso.
Un leproso
En el AT y en el tiempo de Jesús la lepra no tenía el sentido preciso que hoy tiene. Por lepra se entendían varios tipos de enfermedades de la piel o simples afecciones cutáneas visibles y repugnantes, más o menos contagiosas. Además, la lepra era considerada un castigo de Dios (cf. Nm 12,9s; 2Re 5,27; 2Cr 26,16-21), por tanto, el leproso era tenido como un desdichado, impuro, excluido del acceso a Dios, y era transmisor de impureza. De allí que era necesario que cualquier leproso quedará fuera de la sociedad, temerosa de verse físicamente contagiada y religiosamente excluida de Dios. En el Evangelio de este domingo el leproso que no lleva nombre ni se encuentra en ningún lugar preciso, aparece como un caso extremo, es el prototipo de toda marginación.
Nuestro leproso anónimo, en su deseo de salir de su miseria y marginación se acerca a Jesús con una actitud profundamente humilde poniendo su absoluta confianza en Él.
Jesús se compadeció de él
La reacción de Jesús es insólita. Pues cualquier persona frente a un leproso que se acerca, la reacción lógica sería de rechazo y alejamiento para evitar ser contagiado. San Marcos en cambio define la actitud de Jesús con un verbo aplicado solo a Dios «conmoverse» utilizado en la literatura de la época para significar ternura y amor de Dios. Con esto hace ver que toda mentalidad que juzga e impone la marginación no expresa el ser ni la voluntad del Evangelio. El obstáculo que impedía al leproso estar en comunión con Dios y los hombres era una mentalidad que inculcaba la idea de un Dios discriminador, pero Jesús manifiesta que el juicio de valor entre lo que es puro e impuro, entre lo bueno y lo malo que algunas personas hacen no tiene vigencia para Dios. San Marcos mostrará más adelante (cf. 7,14-23) lo que realmente mancha al hombre. Aparece la raíz de la oposición entre una mentalidad que juzga, etiqueta, descarta y margina y la propuesta del Dios que se revela Jesús. La mentalidad de la época no tiene piedad de la miseria del hombre por tanto lo margina; Jesús se conmueve ante ella, y lo acepta, poniendo su bien por encima de un juicio de valor: tú eres puro y tú eres impuro.
Es interesante como la aceptación de Jesús no es consecuencia de la limpieza del hombre, sino anterior ella. Por eso cuando el leproso experimenta que Dios lo acepta como es, desaparece la lepra: la lepra/marginación era sólo una etiqueta humana, engañosamente atribuida a Dios.
Pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés.
El AT atribuía a Dios las interminables prescripciones sobre la integración de un leproso curado (cf. Lv 14, 1-31), mostrado un Dios meticuloso, exigente y difícil de contentar. Jesús pone en entredicho esta atribución: las prescripciones no son de Dios, sino de Moisés. Para Jesús toda legislación sobre lo puro o lo impuro son preceptos humanos, no divinos. Dios no es el autor de la discriminación ni se puede marginar a nadie en su nombre. Al proclamar estas prescripciones Moisés no reflejo la voluntad de Dios, sino que cedió a la dureza del pueblo y denuncio la falta de misericordia (cf. Mc 10,5). La ley que exigía bastantes condiciones para salir de la marginación (impureza) reflejaba solamente el egoísmo y la dureza de la sociedad. Ir ante el sacerdote era la prueba perene contra la sociedad que no ayudaba al marginado ni se interesaba por él (cf. Dt 31,26). Esto demuestra que el pueblo sin compasión ni amor al hombre, no conocía al verdadero Dios.
Una pregunta para hoy
Es nuestros esquemas, sociales, culturales, laborales y pastorales. ¿Cuál es la nuestra actitud ante quien piensa y vive diferente a nosotros?
Es muy común en nuestro tiempo hacer y sobre todo asumir juicios de valor fundados en la incomprensión que nace de la resistencia para aceptar a quien es diferente y de la autoreferencialidad. Hoy como en tiempos de Jesús, existen muchos leprosos etiquetados, marginados y descartados a nombre de una estructura que maquilla nuestro egoísmo e incomprensión. Aprendamos a tener gestos de Misericordia como Jesús que al ver la necesidad de aquel hombre lo miro con compasión y lo reintegro a la vida social. Amén.