En aquel tiempo se apareció Jesús y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien. Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban. Palabra del Señor.
El Domingo Mundial de las Misiones, una oportunidad para crecer en la conciencia de la identidad misionera de cada uno de los bautizados y que se tiene que desarrollar, además de la misión “Ad Gentes”, es decir a todos los lugares del mundo, también en cada una de las diócesis y parroquias, en todo lugar. Este día en el cual insistimos en el sustento fundamental para la misión, la oración, pero también en un llamado a la solidaridad a nuestra Iglesia para sostener aquellas misiones que necesitan de nosotros. Con todo ello, es también un día en que nos hacemos eco de la llamada urgente de Jesús, y que aparece en el texto del evangelio de hoy: “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda creatura”. Por tanto, se nos describe la misión universal que Cristo confió a su Iglesia: llevar su mensaje a toda la tierra, haciendo discípulos, bautizando y enseñando, cuanto Él ha mandado.
En todas las programaciones pastorales tenemos la prioridad de la misión, y cada uno de los agentes de pastoral, encabezados por sus pastores, hemos asumido esta prioridad en la Iglesia, aterrizando estos programas en las comunidades parroquiales, buscando ir a las más alejadas; nuestro Plan Diocesano de Pastoral asume la misión que tenemos en las nuevas circunstancias y cita el documento de Aparecida que nos desafía: “La Iglesia… no puede replegarse… se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo que suscite discípulos misioneros. Ello no depende de grandes programas o estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos, que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva” (DA 11). Esto significa que la misión está en primerísimo lugar y es cuestión de conversión, por ello el Señor llama a sus discípulos para que primero estén con Él, asuman su estilo de vida y después enviarlos a predicar. Es, al final, antes de su partida y después de haber recorrido un itinerario de formación, cuando los envía prometiéndoles que el estará siempre acompañándoles.
Hoy, ante este mandato nos sentimos reconfortados, porque cada vez crecemos en la conciencia de la urgencia de la misión, y de que tenemos que salir todos sin excepción a caminar en medio de nuestras comunidades, sin sacarle la vuelta a ninguna comunidad, a ninguna colonia, a ninguna casa, porque allí hay hijos de Dios, porque es el mandato de Jesús, “a toda creatura”; sea quien sea, sin miedos , porque lo que llevamos, no es nuestra palabra, sino la Palabra de Dios que crea corazones nuevos, familias nuevas, comunidades nuevas.
Es importante resaltar lo que vi en uno de los últimos visiteos misioneros, donde los jóvenes cantaban, mientras recorríamos las calles para llegar a la colonia a visitar, contagiándonos a todos de la alegría del misionero; la alegría es la puerta para el anuncio de la Buena noticia y a su vez la consecuencia de vivir en la fe. El anuncio de una gran alegría debe marcar el estilo y la mística de la nueva evangelización. Junto con los sacerdotes de la comunidad parroquial, los misioneros caminábamos en este ambiente, porque creemos que es la tarea proritaria de la Iglesia, ya que “la Iglesia existe para evangelizar”.
Somos conscientes que para ser misioneros, no podemos improvisar, ya que es necesaria la formación espiritual. No basta con el entusiasmo, tenemos que “dar razón de nuestra esperanza”. Es necesario escuchar su Palabra, por eso, está en nosotros saber escucharlo para poder anunciarlo.
Una oración con el Papa Francisco: “María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y nuestros pies, se muevan deprisa hacia los demás, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como tú, la luz del Evangelio al mundo. Amén”.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro