Palabra Dominical: Solo Él quita el pecado

II Domingo del Tiempo Ordinario – Jn. 1, 19 – 34
 

corderoAl día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel». Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo’. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios». Palabra del Señor.

 

 

Después de haber celebrado la fiesta del Bautismo del Señor, que pone fin  al ciclo de Navidad, inaugura el tiempo ordinario, pasamos a contemplar el inicio de la vida pública de Jesús de la mano del evangelista San Juan. Con el Señor ha surgido una gran novedad que viene a sustituir las realidades antiguas.

Este pasaje contiene el testimonio central de Juan el Bautista sobre Jesús, dirigida a todas las personas, de todos los tiempos y con un eco permanente en la comunidad cristiana. Se nos narra el anuncio de “quién es Jesús”: primero,  una declaración hecha a Jesús que llegaba y después un testimonio sobre Jesús, que nace de su experiencia personal. Juan ha visto con sus propios ojos al Espíritu que bajaba y se quedaba con Jesús.

Esta profesión de fe, Juan el Bautista la articula  en tres afirmaciones: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”. “Vi al Espíritu descender en forma de paloma y posarse sobre él; doy testimonio de que este es el Hijo de Dios”. Son tres títulos atribuidos a Jesús, tres síntesis de un camino sencillo por quien escribe y por su comunidad.

Jesús es el “Cordero de Dios” por ser el Hijo de Dios, el don de Dios a  la humanidad. Y el objetivo de ese don de Dios es hacer posible que el mundo escape de la muerte y obtenga la vida. Más adelante el mismo evangelio lo dirá bellamente con una expresión que hoy es el punto de partida para anunciar el amor de Dios en la misión permanente y que es lo que seguramente provoca el estremecimiento de los corazones que se encuentran con el Señor: “Así mostró Dios su amor al mundo, dando a su Hijo único, para que tenga vida eterna y no perezca ninguno de los que creen en Él”.

Utilizando el símbolo del cordero Juan describe la Misión del Mesías: Él será, con su muerte, el libertador y el alimento de los que le sigan en el éxodo que va a realizar. Por ello se describe la actividad del Cordero: “el que quita el pecado del mundo”, lo que señala la liberación que va a realizar Dios por medio de Jesús; eliminar el pecado va a ser su misión. El pecado consiste en oponerse a la vida que Dios comunica, frustrando así su proyecto creador.

Para su misión Jesús ha recibido la plenitud del Espíritu. Él es por eso “el Hijo de Dios”, Dios entre los hombres, el que ha bajado del cielo, la Palabra encarnada. Los que se adhieren a él, nacerán del Espíritu y recibirán la fuerza de vida que los libera del mal.

Por eso cuando Juan presenta a Jesús como “el que quita el pecado del mundo”, está anunciando que Dios está de nuestro lado ante el mal. Que en Jesús Dios nos ofrece su apoyo, su amor, su alegría.

Podemos concluir que creer en Jesús no consiste solo en abrirse al perdón de Dios, sino comprometerse en la lucha por QUITAR EL PECADO, que domina al hombre. Jesús se presenta por tanto no solo como el que ofrece el perdón sino como el que quita el pecado, la injusticia y el mal.

Nos alientan las palabras del Papa Francisco que nos dice: “¿Son grandes tus pecados? Di al Señor: Perdóname, ayúdame a levantarme de nuevo, convierte mi corazón”.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro