Primer Domingo de Cuaresma
No sólo de pan vive el hombre
El peligro de utilizar el poder en beneficio propio y una mezquina forma de entender la existencia humana.
Como es costumbre, el primer domingo de Cuaresma meditamos sobre las tentaciones, partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en beneficio propio y tener una visión mezquina de la existencia. Ante la tentación de las necesidades imperiosas, como la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los cuarenta años por el desierto. Al final, cuando Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades sufridas, le explica por qué tomó el Señor esa actitud: “(Dios) te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Dt 8,3). En la experiencia del pueblo se han dado situaciones contrarias de necesidad (hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber aprendido dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que vivir es algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las necesidades primarias, y la búsqueda desmedida de placer y un ‘falso bienestar’. En este concepto más rico de la vida es donde cumple un papel la palabra de Dios como alimento vivificador, que da rumbo y sentido a la existencia. Pero en realidad, el pueblo no aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado. Mientras no estuviesen satisfechas las necesidades primarias, mientras no tuviera el placer y bienestar inmediato carecía de sentido la palabra de Dios. Cuanto perecido tienen algunas formas de vida de la sociedad contemporánea, ver la vida solo como un momento fugaz hace imposible entender la propuesta de la Palabra de Dios.
Lo que acabo de decir refleja el gran problema teológico de fondo. En la práctica, la tentación se deja de sutilezas y va a lo concreto: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús, el nuevo Israel, no necesita quejarse del hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Hoy así se piensa y así se vive, si te gusta hazlo, si te sientes bien, no hay problema, eres libre, es tu vida, así eres, ¿por qué intentarlo? Pero Jesús, el nuevo Israel, demuestra que tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”.
En realidad, la enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es esa visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria, del gozo inmediato y de la búsqueda desmedida de un ‘falso bienestar’. La verdadera vida en plenitud que todos estamos llamados a vivir se debe alimentar de la Palabra de Dios.
Que Dios nos conceda no caer en esta tentación. Amen.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro