Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Palabra del Señor.
Hoy el evangelio de San Lucas nos describe el interés de Dios de encontrarse con el hombre, por ello Jesús se hace encontradizo en la vida de Zaqueo, de tal manera que corroboramos que la iniciativa de la salvación viene de Dios, no por nuestros méritos sino por puro amor. Una invitación también a valorar la capacidad de respuesta que tiene el hombre, a quien Dios le deja libre para decir sí o no. Esto hace realidad lo que dice el Salmo 144: “El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad. El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”.
Jericó era un lugar de paso, por donde transitaban los peregrinos y comerciantes que venían del norte, o también para aquellos que venían de los países árabes, una ciudad fronteriza, y por ello un importante centro comercial, habitado por trabajadores de aduanas y de aranceles. Zaqueo era precisamente un recaudador y jefe de publicanos del fisco y es presentado como “jefe de publicanos y ricos”. Se desempeñaba en un ambiente de extorsión y explotación, y por tanto no era bien visto por el pueblo.
En la mente y corazón de Zaqueo había una inquietud de búsqueda, por ello se atreve a perder la compostura subiéndose a un árbol, ya que era de baja estatura y porque quería conocer a Jesús. Lo haya conocido o no, Jesús tiene interés por el hombre y lo llama para acercarse a él y a su familia, para dialogar con ellos en el seno del hogar. Jesús no evita estas “malas compañías”, sino que se acerca a ellas, porque quiere acercar el Reino de Dios a su corazón.
A Jesús le urge entrar en estos hogares, por ello le dice “bájate pronto”; Zaqueo corresponde y no deja que Jesús pase de largo y con Él llegó la conversión y el Reino. No fue gratis la visita, ya que Zaqueo paga un precio alto que él mismo se impone. Los buenos se pierden a Jesús por creerse buenos; los malos pierden sus bienes, cuando reconocen su pecado. Muchos no entendían como un hombre bueno conviviera con malvivientes, y a veces sus más cercanos quedaban perplejos, sin embargo lo que hace el Señor al acercarse a todos, especialmente a los considerados “malos” es darles una oportunidad, para que compartan el amor de Dios. Eso es hoy la misión, eso es lo que sigue haciendo Jesús a través de discípulos misioneros audaces que continúan abriendo brecha a pesar de cualquier resistencia y perplejidad provocada.
Muchos seguramente murmuraron al tomar Jesús la iniciativa de ir a hospedarse en su casa, sin embargo la razón que da el Señor de su comportamiento, es la misma que hoy tenemos que dar para acercarnos a las periferias existenciales, cuando señala que vino a buscar lo extraviado, a salvar a quien se había perdido.
Quien se encuentra de verdad con Jesús, quien convive con Él, tiene que dejar de convivir con lo que lo separa de Él. Su vida cambió radicalmente, por ello esa tarde invitó a la mesa a muchos de su oficio y allí declaró como sería su vida en adelante: “La mitad de mis bienes la doy a los pobres, y si de alguien me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Es la razón por la cual Jesús proclama: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”.
No perdamos la oportunidad de que Jesús entre a nuestra casa, con la conciencia de que si lo dejamos entrar, nos hará salir de ella para servir a los más necesitados y para atender a cuantos hayamos maltratado.
Una oración: “Señor, queremos hacer un hueco en nuestras prisas, para saborear el placer del diálogo contigo y disfrutar el gozo de sentirte dentro de nuestro corazón, de que te hospedes en nuestro interior; Señor quédate con nosotros, en nuestra agenda, sin dejarte para lo último del día y si nos sobra tiempo. Quédate para que dinamices nuestra vida y nuestra misión. Amén”.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro