Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo».
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
«En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel».
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje».
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. Palabra del Señor.
La narración de los Magos es una descripción en la cual fácilmente podemos involucrarnos todos, porque se señalan aquellos esfuerzos que las criaturas todas hacemos para encontrar caminos que tengan un rumbo y donde la lucha por encontrar una meta vence los obstáculos que se tengan que afrontar. El hombre por naturaleza es peregrino, un inquieto buscador y andador de caminos; por eso la búsqueda de Dios es la razón última del caminante que caracteriza la existencia del ser humano. San Agustín lo describiría de manera brillante cuando reflejando su búsqueda de Dios en medio de los obstáculos de la vida decía con toda convicción en oración: “Nos has creado para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”.
Fue la estrella, la luz que guió en medio de las tinieblas a los magos y sólo ellos tuvieron la sensibilidad y capacidad para detectar aquella luz que orientaba para dar respuesta a su búsqueda de salvación; Dios nunca abandona a los que, dejando la seguridad de su vida se ponen en camino, buscando y deseando la felicidad, la liberación, como los Magos. Esto nos lleva a pensar que ojalá en medio de nuestro vivir cotidiano no perdamos nunca la capacidad de estar abiertos a toda luz que ilumina nuestra existencia, a toda llamada que pueda dar profundidad a nuestra vida. Ojalá no pasen desapercibidas las buenas noticias que Dios nos da como una luz en el camino a través de acontecimientos y personas que pueden llevarnos por caminos de solidaridad, justicia y colaboración en proyectos encaminados a ser constructores de la comunidad y de la paz. Ojalá las oscuridades de la vida no nos detengan ni nos desvíen de quien un día, nos puso en camino para dejarnos guiar por la luz que nace de lo alto.
Al final, en el momento del encuentro aquellos magos se llenan de alegría, se han encontrado con el rostro de Dios, quien envuelto en pañales muestra su cercanía y la sencillez para acercarse a la humanidad. Dios no está lejos, somos nosotros quienes nos alejamos de él. Los pastores, gente humilde no pasaron desapercibida la luz y el canto de los ángeles; los magos hombres venidos de muy lejos, no desaprovecharon la luz que les guiaba para postrarse a los pies del Salvador. Tenemos muchos medios en nuestra Iglesia para vivir no solamente cerca de Dios sino con Dios en el corazón.
Necesitamos ojos de Epifanía para leer hoy quien es Jesús de Nazaret, y desde esa fe, comprender quienes somos, de donde venimos, hacia donde vamos, qué sentido tiene nuestra estadía aquí en la tierra y qué nos espera más allá de la muerte.
Pidamos al Espíritu Santo que nos enseñe a seguir a Jesús, a descubrir la estrella que marca su camino, a regalarle lo que somos y tenemos, a desprendernos de lo que nos ata y raquitiza.
¡FELIZ AÑO, Y QUE EL SEÑOR DERRAME EN TODOS NOSOTROS MUCHAS BENDICIONES!