«Enseñaba como quien tiene autoridad»
Mc 1,21-28
El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús visitando la Sinagoga de Cafarnaúm, el sábado era una oportunidad para encontrarse con toda la población israelita piadosamente observante, en efecto la sinagoga era un centro religioso y cultural que representaba la institución judía. Es interesante que Jesús no entra en la asamblea para participar de ella, ni espera ser invitado a hablar por los encargados; Jesús habla por y con su propia autoridad y derecho: Jesús de Nazaret es el maestro de Israel. De este modo después de haber invitado a seguirlo a algunos personajes que pertenece a un ambiente al margen del sistema religioso (relato que hemos escuchado el domingo pasado), ahora Jesús va a tomar contacto con los simpatizantes del ‘sistema’. El Texto no explica el contenido de la enseñanza, pues ya se ha mencionado anteriormente: «se ha cumplido el tiempo y el reino de los cielos está cerca». Por tanto, la enseñanza se centra en la cercanía del reinado de Dios y en las condiciones que exige: la conversión y la confianza en el Nueva Noticia. Jesús pretende, por tanto, que cambien de actitud y de conducta descubriendo la posibilidad de una forma de vida diferente, pues hasta ahora los fieles de la sinagoga habían vivido sometidos al influjo del judaísmo institucional que había hecho de la relación de Dios con su pueblo una teoría, produciendo ‘sumisión y obligación’ por la observancia escrupulosa de todo lo prescrito por la Ley y no solo por la Ley sino por la enseñanza de los lideres.
La enseñanza de Jesús despierta el espíritu crítico y pone las bases para la autonomía y la libertad: invalidando la autoridad institucional «pues enseñaba como quien tienen autoridad y no como los escribas… y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea». No en vano san Marcos menciona que «los oyentes quedaron asombrados de sus palabras». La consecuencia lógica sería que los oyentes aceptarán los contenidos de las enseñanzas de Jesús y rechazaran la forma opresora de vivir la relación con Dios, sin embargo, el texto no menciona este paso, ni tampoco menciona la alternativa que hace posible la libertad y la autonomía, esto se irá mostrando a lo largo del Evangelio.
En medio de la aprobación de los oyentes, violentamente se hace una protesta «un hombre poseído por un espíritu inmundo se puso a gritar». Este hombre (cuyo nombre no se menciona) se encontraba en la sinagoga, es decir que era uno de los sumisos y observantes de la enseñanza de los escribas. Pero este hombre estaba poseído por un espíritu inmundo, esto significa que un principio activo y exterior al hombre se había interiorizado en él, es una fuerza que aliena al hombre y lo despersonaliza privándolo de la capacidad de juicio y libertad convirtiéndolo en un instrumento. Interesante es como este poseído se opone al Santo de Dios. Encontrar un espíritu inmundo dentro de la sinagoga muestra la impureza que no se limpia solo con los ritos y el cumplimiento de preceptos, sino con la conversión de vida y la fe en el Plan de Dios. Este hombre poseído representa el fanatismo por un sistema religioso enmarcado por el poder, la sumisión y la exclusión.
Son interesantes las preguntas retóricas del poseído, este tipo de preguntas casi siempre son planteadas por un inferior o por uno en un posición inferior a un superior. Por lo tanto, La pregunta revela el reconocimiento del espíritu inmundo de su propio estatus, particularmente a la luz de la autoridad de Jesús. Esta lectura se confirma con la siguiente afirmación: «sé quién eres: El Santo de Dios». Debemos notar que para ambas preguntas se utiliza el plural: «¿Qué quieres tú con nosotros? ¿Has venido a acabar con nosotros?» el Mensaje de Jesús representa un peligro no para él sino para un grupo que no es el público que se encuentra en la sinagoga que no ha visto en la enseñanza de Jesús una amenaza. Son pues quienes oprimen manipulado la verdad quienes corren peligro de perder su influjo y autoridad sobre el pueblo. Sin duda que el hombre poseído no pertenece a este grupo opresor, es un fiel judío que se ha fanatizado con una doctrina impuesta, el ‘espíritu inmundo’ que lo posee lo oprime al grado que lo ha despersonalizado.
Después de preguntar sobre el propósito de la venida de Jesús, el espíritu inmundo demuestra su conocimiento de la verdadera identidad de Jesús llamándolo: «Jesús de Nazaret». Nazaret es un pueblecito de la región montañosa de Galilea conocido entre otras cosas por su nacionalismo y su conservadurismo puritano y fanático. Por su origen Jesús debería ser un defensor acérrimo e incondicional de la cultura y tradición institucional, el poseído apela a la coherencia invitándolo a ratificar su postura; la actuación de Jesús y sus enseñanzas debería responder a su calidad de Nazareno, a los valores del nacionalismo y de la institución judía. La expresión: «sé quién eres: El Santo de Dios» son engañosas pues se desprenden de la ideología del poseído, una ideología que Jesús viene a cambiar. En boca de este hombre se expresa una concepción errónea de la santidad. Recordemos que la palabra santo o consagrado se deriva del verbo hebreo ‘separar’. Si mal entendemos esto podríamos fomentar la exclusión a nombre de la santidad.
El espíritu inmundo tiende una trampa a Jesús, como ya lo ha hecho en el desierto (cf. Mc 1,13). El poseído descubre en la autoridad de Jesús la posibilidad de encarnar el mesianismo violento y triunfalista que viene a cambiar todo desde afuera sin tocar las estructuras mezquinas y caducas, y sin transformar el corazón. Al darle semejante título: «El Santo de Dios» el espíritu inmundo le ofrece e invita a aceptar el mesianismo que se le ha vendido al pueblo y con ello evitar los efectos de la acción evangelizadora que ha inaugurado («el tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca» cf. Mc 1, 15). La tentación en grande y muy cautivadora: adoptar para la misión de Jesús el poder institucional y la alienación del pueblo con la promesa de la solución mágica de que todos sus problemas se resolverán simplemente cumpliendo unos cuantos o quizás muchos requisitos.
«Y le ordenó ‘¡Cállate y sal de él!’» la orden de Jesús manifiesta el enérgico rechazo a tal proyecto. En la vida hay cosas que no están sobre la mesa de negociación, existen principios irrenunciables, como la dignidad, la libertad y la verdad. Jesús viene a liberar a quienes han caído en la trampa de las falacias persuasivas de un mundo corrompido. Jesús no viene a ser un líder de masas ni a ponerse en frente de movimientos populares que muy pronto olvidan sus principios. Jesús viene como enviado del Padre, de allí su autoridad, para entregar su vida por la salvación de la humanidad, fiel a su misión Jesús libera al hombre poseído del dominio ideológico que lo esclaviza, disfrazado de fidelidad religiosa y espíritu patriótico.
¿Cuantos de nosotros habremos caído en la trampa de las falacias propuestas por los poderes opresores que habitan en este mundo? Permitamos hermanos que Jesús, nos redima para ser una sociedad crítica autónoma y libre.