Juan Bautista ha sido encarcelado por Herodes, un poderoso que no soportó las críticas del profeta que le señalaba su unión ilícita con Herodías, mujer de su hermano; por eso lo silenció e intentó acabar con su misión, sin pensar que un profeta de Dios, encerrado o muerto sigue hablando y realizando su misión. En esas condiciones, desde la cárcel, Juan Bautista envía a sus discípulos a tener un encuentro con Jesús y preguntarle si era Él, el que había que venir o hay que esperar a otro; la respuesta de Jesús es contundente: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo…”.
La pregunta de Juan no presenta una mera curiosidad religiosa, porque si había alguien que estaba convencido de que el Mesías iba a inaugurar el Reino, era él. Desde la prisión manda informarse acerca de los fundamentos de la buena noticia, porque se ha jugado la vida sobre el sentido de lo que ha vivido hasta el presente. Él también necesita clarificar el proyecto de Dios.
La respuesta de Jesús no es directa, sino que remite a sus obras (una historia que está a la vista de todos) y de las Escrituras. Sus obras, a la luz de los profetas, revelan claramente que Él es el Mesías, el que tenía que venir. Él cura al pueblo de sus heridas, enfermedades y carencias, los desfallecidos cobran ánimo, los ciegos y sordos podrán ver y oír, a los débiles se les ayuda en su camino incierto y anuncia la Buena Noticia a los pobres. La respuesta de Jesús orienta a Juan y a todos los demás. Sin embargo no todos están de acuerdo en su forma de ser, de desenvolverse en medio de la gente y de su estilo de vida; por eso tiene que hacer la observación. “Dichoso el que no se escandalice de mí”.
Es claro que el gesto que mejor revela la verdadera identidad del Señor es su tarea de curar, sanar y liberar la vida. Sus obras manifiestan quien es, en toda su plenitud.
Es cierto que hoy para ver signos claros de transformación es necesario visualizar cambios estructurales, sin embargo a la luz del evangelio, y de la acción de Jesús, es necesario empezar por dar esperanza para curar y liberar con gestos de bondad y de ternura, lo cual es siempre curativo. Jesús tocaba, se acercaba, no con la solemnidad de un taumaturgo más, sino con actitud amorosa, propia del que ama al otro, al enfermo, al desvalido, al más débil y pobre. Por eso, en más de una ocasión el evangelio señala que “sintió compasión”. Se arriesga a la impureza y a la crítica al tocar al leproso, acoger a la pecadora y comer con fariseos o entrar a la casa de Zaqueo. Pero el amor apasionado de Jesús por el hombre, puede más que los obstáculos que pudieran frenar su misión salvadora. Lo que le interesa a Jesús es sembrar vida, salud, sentido, esperanza, lo cual al final son gestos cargados de ternura y ofrecen un horizonte nuevo a las personas.
Ya el Papa Francisco nos ha invitado a proclamar el evangelio de la ternura y a realizar gestos proféticos que revelen la presencia del Salvador hoy; adviento es una oportunidad para ir detectando esta presencia del verdadero Dios por quien se vive. No tenemos que esperar a otro. Nuestras obras pueden ser un signo de esperanza y salvación. De manera contundente el Papa nos señala qué hacer: “Jesús, el evangelizador por excelencia y el evangelio en persona, se identifica especialmente con los más pequeños. Esto nos recuerda que todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra” (EG 209)… “Es necesario prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente…” (EG 210).
Adviento, un tiempo para hacer un esfuerza nuevo y “ver” en nuestro mundo los signos de Dios.
Una oración: “Señor, danos la luz para descubrir, ver, escuchar, palpar, percibir, gustar, sentir tu Buena Noticia, y a Ti mismo que andas entre nosotros. Descubrir y acoger tus signos. Ver cuál es la mejor manera de esperarte y de prepararnos a recibirte, y no dejarnos engañar por los que tratan de despistarnos. Para orar despejando nubes, aclarando y haciendo camino a fin de discernir con alegría y esperanza. Amén”.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro