Palabra Dominical: ¡Eres templo del Espíritu Santo!

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Lc. 21, 15 – 19

templo-jerusalenY como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido».

Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?».

Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: ‘Soy yo’, y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan.

Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».
Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino.

Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.

Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.

Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.

Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.
Gracias a la constancia salvarán sus vidas. Palabra del Señor.

 

Estas palabras de Jesús van dirigidas a todo el pueblo y no solo a los apóstoles, ya que tiene este discurso en el Templo y delante de todo el pueblo; son palabras de ánimo para estar vigilantes, alentándoles a poner todo en las manos de Dios, por tanto no es un tema que haga referencia al fin del mundo o al final del Universo. Son maneras de escribir con figuras que leídas literalmente y a la ligera pueden ser mal interpretadas.

El templo era para los judíos el símbolo de su fe y de su nacionalidad, como también de la alianza y presencia de Dios en medio de su pueblo. Por ello existía la creencia de que era imposible que fuera destruido; y porque Jesús pronosticó que sería destruido fue acusado de blasfemo.

Desde la perspectiva de Jesús, la destrucción del templo y de Jerusalén representa el final de la Antigua Alianza entre Dios y el pueblo de Israel, el derrumbamiento de una forma de entender la religión de forma legalista, solo cultual y farisea. En el Reino de Dios que se inaugura ya no se necesitará ese templo, ni ciudad santa, ni sacrificios, porque toda la humanidad es el templo de Dios.

A todos impresionaba la magnificencia del Templo de Jerusalén, por ello se tenía ese pensamiento común y estaban orgullosos de tener a Dios con ellos y no habían parado en embellecer su lugar de residencia por siglos.

Sin embargo Jesús a no le impresiona ese esplendor presente y vaticina su destrucción; y es que un mundo como el que se enfrentó a  Jesús y rechazó su predicación y su persona, un mundo en el que Dios no tiene cabida, es un mundo sin porvenir.

Creídos como estaban de tener a Dios a su disposición en el templo, esperándoles cuando quisieran visitarle y sin echarles de menos  cuando no se le acercaran, habían librado sus vidas de su Dios. Pensaban no poder perderle, porque sabían dónde encontrarle. Y lo perdieron, porque, residiendo solo en el Templo de Jerusalén, no supieron encontrarlo a diario en sus vidas y en su mundo. Me parece que para Jesús, y ello nos debe servir como advertencia hoy, un mundo que arrincona a Dios, aunque sea en un bonito templo, no tiene futuro; creer que solo está donde le hemos colocado, nos evita tener que encontrarle en los demás.  Dios está en la vida de todo creyente, es más, en cada uno de nosotros porque somos “templo del Espíritu Santo”.

Buscar a Dios en los demás, nos llevará forzosamente a salir de nosotros mismos, de nuestros grupos y comodidades para encontrarlo en las familias, en los hogares, donde Jesús enfermo y con rostro de dolor continúa esperando la presencia de misioneros audaces y llenos del amor de Dios, que le compartan a Dios.

Una oración: “Señor, ablanda nuestro corazón para tener tu misericordia; haznos buenos compañeros de la vida para todo el camine a nuestro lado. Haz que quien esté a nuestro lado, te encuentre, te conozca, sienta hambre de ti y desee ser de los tuyos. Amén”.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro