V Domingo del Tiempo Ordinario – Mc. 1, 29 – 39
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.
Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.
Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Palabra del Señor.
EL SECRETO DE JESUS
La llegada del Reino de Dios y el poder del Hijo del Hombre se manifiestan cuando Jesús obra milagros y expulsa a los demonios, como nos lo narra San Marcos desde el inicio de su evangelio. Vemos a Jesús que va sembrando la semilla de la vida por donde va pasando, porque la verdad que lleva en su palabra y en su vida inunda de vida y devuelve la vida a los enfermos.
Muchas de las sanaciones de Jesús son anónimas, ya que “sanaba muchos enfermos” de su cuerpo y de su espíritu; solo la suegra de Pedro es mencionada de manera más destacada, pero sin llegar a darnos el nombre. Su dolencia desaparece en el momento en que Jesús llega donde está y le toca. La enfermedad de esta mujer posiblemente sea la enfermedad de muchas personas de hoy, afectadas por la soledad, los complejos, las depresiones o la falta de consideración. Para curarla, se narra el detalle de solo tomarla de la mano y el contacto físico hizo que la fiebre desapareciera y se integrara de nuevo en las tareas de la casa. Donde está Jesús hay vida, crece la vida y el interés por el ser humano, pasión por la liberación de todo mal y se lucha por la vida.
Jesús después de tomar a la enferma de la mano la levanta. Este es el verbo que el evangelista emplea en otras ocasiones para expresar la resurrección tanto de otras personas como la de Jesús; por ello esta curación puede aparecer como un anticipo de lo que será la total curación: la resurrección.
En medio del ajetreado itinerario de Jesús de encuentros con tantas personas y de muchas curaciones, San Marcos viene a subrayar la clave o el secreto de Jesús en sus agotadoras jornadas, en las cuales lleva la vida y la salud: “Se levantó de madrugada y se puso a orar”. He aquí el núcleo en torno al que Jesús gira, porque la vida, las palabras y los gestos de Jesús no son comprensibles, sin la relación que mantiene con su Padre, ya que los momentos de intimidad filial son los que hacen de Jesús el hombre con autoridad. Los momentos de oración de Jesús en el evangelio están muy relacionados con su práctica.
La tarea de Jesús no quedará circunscrita con los más cercanos, sino que sale y va a territorios nuevos y a veces “enemigos”: “Vamos a los pueblos… para predicar también allá…”. La oración para Jesús es el lugar donde discierne y decide su acción, de acuerdo al proyecto de Dios.
Quiero resaltar finalmente que estos versículos nos enseñan que allí donde aflora el dolor y el sufrimiento humano Dios está presente. Y esa realidad se convierte en lugar privilegiado para descubrirle, conocerle y experimentarle. Jesús no quiso pasar de largo ante la historia humana, traspasada por el dolor. Su sensibilidad ante el dolor humano le lleva a cargar con él, a curar a los enfermos y a sufrir con los que sufren. Acercarse al dolor hoy y siempre, es acercarse al Dios de Jesús. Por eso Jesús sale, va a donde está el enfermo, no espera a que le lleven a la mujer. Al respecto el Papa Francisco, tratando el tema del dolor en su primera audiencia pública señalo que hay que salir, salir de nosotros mismos, salir al encuentro de los otros, salir sobre todo en busca de los más alejados, de los olvidados, de los que están más necesitados de comprensión, de consuelo, de amor. “Salir, salir siempre… Salid y llevad un rayo del amor de Dios a quien os encontréis”, ha concluido que lo principal es salir y “llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor”. Porque “la Cruz antes que dolor es amor”.
† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro