Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
En esta narración el evangelista nos dice porque decidió escribir su evangelio y nos describe el discurso de Jesús en Nazaret con el que da inicio a su ministerio público, prácticamente un discurso programático.
San Lucas quiere ayudar a los cristianos a descubrir y comprobar la firmeza o solidez de las enseñanzas en las que son instruidos, para ello ofrece datos históricos y una excelente reflexión creyente sobre la persona y obras de Jesús.
Jesús interviene en una reunión en la sinagoga y proclama como entiende su misión en la comunidad, sin embargo la reacción de la gente no es la mejor, al grado que Jesús llegara a decir que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Lo hace en la sinagoga, la cual era el lugar de culto de los judíos, que no tenían iglesias, sólo el Templo de Jerusalén; la celebración del culto constaba de varias partes: canto, proclamación de la fe, alabanza a Dios, lectura sagrada y comentario.
Este relato es muy importante en el evangelio de San Lucas, quien lo pone en el inicio de la actividad pública de Jesús, para dejar muy claro cuál es su proyecto, que es de fraternidad y liberación de todo aquello que estorba para dejarse conducir por la voluntad divina. Por ello, en el pasaje del profeta Isaías se ve retratado el mismo Jesús, quien posee el Espíritu de Dios y ha sido enviado a proclamar la Buena Noticia a los pobres y el Año de Gracia del Señor.
En esta escena se nos revela que Jesús es el Mesías, el Salvador, y nos revela que es un Mesías, no político sino para los pobres, que trae la justicia y la salud a todos los necesitados y oprimidos, y con ellos a toda la humanidad. Esta salvación del Señor va dirigida a la parte de la humanidad más desvalida: los pobres, los oprimidos, los prisioneros, los ciegos y paralíticos, especialmente viviendo en las sombras y con parálisis en el interior, en el corazón. La afirmación clave es “anunciar a los pobres la Buena Noticia”; un anuncio que tantos siguen esperando, y que sólo lo constataremos cuando recorramos los caminos de la misión y la misma gente, en sus hogares agradezca al misionero su visita en el nombre del Señor. Esta es una de las grandes alegrías que fortalece al discípulo misionero.
El anuncio de Cristo hoy llega a nosotros, aunque hayamos perdido la esperanza. Palabra que llega hasta los pobres, y pobre, en sentido bíblico es todo aquel que abre su corazón al Señor. El Señor sigue proclamando hoy la salvación a través de generosos misioneros en un mundo donde podemos tocar las esclavitudes, unas del cuerpo y otras del alma; donde hay cegueras ante la luz del día y muchas tinieblas interiores. Él ha venido a vencer todo esto, para que un día vivamos en libertad y en luz.
Con sensibilidad tratemos de escuchar a aquellos, que paradójicamente en el silencio gritan: ¡no se oye!, ¡más fuerte!, lanzándonos el reto para que cada vez nos consolidemos como Iglesia misionera, enamorados de un pueblo que está dispuesto a abrir su corazón como los pobres del Evangelio. Por ello, que retumbe el anuncio del Evangelio, que llegue a los más alejados el anuncio del amor de Dios. Hagamos que se despliegue esta misión por el amor de Dios en todo el mundo, con la fe de que ¡el Espíritu del Señor está sobre nosotros!
† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro