Domingo XXVIII Ordinario
Lc 17, 11-19
El Evangelio de este domingo nos invita a ser agradecidos. Siempre recibimos innumerables dones, que se valoran y se disfrutan más cuando aprendemos a agradecerlos.
Las Lecturas tanto la del Antiguo Testamento como el Evangelio tienen como protagonistas a personajes muy parecidos: en ambos casos se trata de un extranjero. El primero es sirio, y las relaciones entre sirios e israelitas eran tan malas entonces como ahora. El segundo es samaritano, que es como decir, hoy día, palestino. Para colmo, tanto el sirio como el samaritano están enfermos de lepra
El relato del segundo libro de los Reyes (5,14-17) es mucho más extenso e interesante de lo que refleja la lectura litúrgica. Naamán es un personaje importante de la corte del rey de Siria, pero enfermo de lepra. En su casa trabaja una esclava israelita que le aconseja visitar al profeta de Samaria, Eliseo. Así lo hace, y el profeta, sin siquiera salir a su encuentro, le ordena bañarse siete veces en el Jordán. Naamán, enfurecido por el trato y la solución recibidos, decide volverse a Damasco. Pero sus servidores le convencen de que haga caso al profeta.
Con vistas al tema de este domingo, lo importante es la actitud de agradecimiento: primero con el profeta, al que pretende inútilmente hacer un regalo, y luego con Yahvé, el dios de Israel, al que piensa dar culto el resto de su vida. Pero no olvidemos que Naamán es un extranjero, una persona de la que muchos judíos piadosos no podrían esperar nada bueno. Sin embargo, el “malo” es tremendamente agradecido.
Si malo era un sirio, peor, en tiempos de Jesús, era un samaritano. Pero a Lucas le gusta dejarlos en buen lugar. Ya lo hizo en la parábola del buen samaritano, exclusiva suya, y lo repite en el pasaje de hoy (Lc 17, 11-19).
Este relato refleja mejor que el de Naamán la situación de los leprosos. Viven lejos de la sociedad, tienen que mantenerse a distancia, hablan a gritos. Y Jesús los manda a presentarse a los sacerdotes, porque si no reciben el “certificado médico” de estar curados no pueden volver a habitar en un pueblo.
Lo importante, de nuevo, es que diez son curados, y sólo uno, el samaritano, el “malo”, vuelve a dar gracias a Jesús. Y el episodio termina con las palabras: «tu fe te ha salvado».
Todos han sido curados, pero sólo uno se ha salvado. Nueve han mejorado su salud, sólo uno ha mejorado en su cuerpo y en su espíritu, ha vuelto a dar gloria a Dios.
Ser agradecidos con lo que la providencia Divina nos da, nos ayuda e tener un corazón fortalecido en el que los sentimientos de tristeza y odio no pueden entrar. Deberíamos preguntarnos hoy de todo lo que tengo y lo que soy ¿Qué debo agradecer? Y ¿A quien debo agradecer? Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Arzobispo emérito de Durango