Se iluminarán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán.
Is 35,5
El Evangelio de este domingo nos muestra la curación de un sordo tartamudo, la historia nos dice poco sobre el hombre enfermo y sobre los hombres que lo acercan a Jesús. Solo sabemos que vinieron buscado su sanación. Es interesante ver la reacción de “ellos” cuando Jesús sana al hombre, “ellos” dan testimonio de quién es Jesús. Elogiándolo como el que “hace todo bien”, una frase que recuerda a Gn 1,31; Dios es quien ha hecho todo bien, de esta manera la obra de Jesús se presenta como una nueva creación. Al mismo tiempo, “ellos” hacen eco de las palabras de Isa 35,5-6 (primera lectura) que prometían sanidad a los sordos y mudos como parte del nuevo día de la salvación de Dios. De esta manera, la historia dramatiza el mensaje central del evangelio de Mc: “tiempo señalado se ha cumplido el Reino de los cielos está cerca”.
Este pasaje está lleno de simbolismo, el hombre enfermo hacer referencia a una sociedad que se resiste a escuchar y proclamar el mensaje Evangélico propuesto por Jesús. Todos hemos escuchado la frase popular “solo escuchas lo que te convienen” es decir solo se presta atención a que tiene cierto valor para la persona por ejemplo quien estima mucho la música desea ser músico, pero a quien no le gusta jamás aprenderá a tocar un instrumento. Así una persona desarrolla una cualidad o virtud mientras que otra simplemente se cierra a ella. Algo parecido tenía el hombre enfermo del Evangelio de este domingo, no había comprendido la propuesta de Jesús y por eso se había hecho sordo a ella.
¡Effetá, Ábrete!
Ante una sordera aguda, manifiesta por el desinterés y la falta de compromiso con los valores cristianos, es indispensable la intervención Divina que penetra incluso violentamente en nuestro interior y hace que nuestro interés se despierte. El ‘Effetá’ se manifiesta en la vida del hombre como un pensamiento que surge de improvisto y nos hace cambiar, cuando Dios entra en nuestras vidas se iluminan las miradas y los oídos se deleitan, porque el modo de percibir la realidad cambia completamente. Cuando Dios entra en la vida del hombre se realiza el milagro de una nueva creación.
Queridos hijos los invito, a que en cualquier lugar y situación en que se encuentren, puedan renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, el hace todas las cosas bien, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, no te quise escuchar pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Ábreme los oídos para que pueda escuchar y comprender tu amor Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! El Papa Francisco nos insiste: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, el ha hecho nuevas todas las cosas con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la persona de Jesús, no cerremos nuestros oídos a su voz nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante! Porque como dice el salmo de este día: el abre los ojos de los ciegos y alivia al agobiado.
Que ninguno de nosotros endurezca su corazón ante la propuesta de Jesús, pero si alguna vez lo hacemos, que el Señor misericordiosos venga en nuestro auxilio y nos diga con firmeza Effetá. Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro