«Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?»
El Evangelio de este domingo nos presenta una pregunta curiosa que quizás en ambientes extremadamente moralistas debería ser formulada de esta manera: ¿serán muchos los que se condenen? Sin embargo, la pregunta sobre pocos o muchos es absurda, aunque hay gente que sigue afirmando con absoluta certeza que se condena la mayoría o que se salvan todos. Jesús no entra en ese juego, ni siquiera responde al que pregunta, sino que aprovecha la ocasión para ofrecer una enseñanza general: «Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta…».
La metáfora es confusa. Quienes no pueden entrar por una puerta estrecha son las personas muy robustas, y eso no es lo que está en juego. ¿En qué consiste entrar por la puerta estrecha? En otros momentos Jesús lo deja más claro, por ejemplo, al joven rico, angustiado por cómo conseguir la vida eterna, le responde: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Son los mandamientos de la segunda tabla del decálogo, los que regulan las relaciones con el prójimo, vivir esto equivale a pasar por una puerta estrecha, y esto está al alcance de todos.
Con esto la pregunta sobre el número de los que se salvan ha provocado una respuesta más iluminadora y evangélica: cómo salvarse; pero Jesús añade algo más, sobre quiénes se salvarán, y no son aquellos que pensaban ‘ser buenos’ y en realidad son los que hacen el mal.
Algunas veces se corre el riesgo de pensar que, por pertenecer al cierto grupo, o realizar algunas prácticas externas, aunque no se viva de acuerdo con los valores exigidos ya se viven bien, o incluso que con haber tenido contacto con la religión o saber algo vagamente o decirse creyente es suficiente. CUIDADO.
El verdadero discípulo-misionero de Jesús se esfuerza permanentemente; el gran riego de todo cristiano es pensar que es bueno sin hacer el esfuerzo necesario por reproducir en su vida el rostro del Señor, esta actitud conduce a una falsa confianza en Dios y a una actitud equivocada frente a la vida.
La Palabra de Dios, nos presenta la oportunidad de hacer una evaluación de nuestra vida: ¿Realmente somos seguidores de Jesús? ¿Hacemos el esfuerzo por vivir según su Palabra? O solo nos conformamos por cumplir con requisitos, y practicas externas. Me viene a la mente un caso que puede ser iluminador para nuestra reflexión: Es curioso que muchos padres de familia, con gran alegría y devoción acercan a sus hijos a recibir el Sacramento del Bautismo, pero en algunos casos su forma de vida no representa su deseo de ser cristiano. Sin duda es muy bueno se procure que los niños reciban los Sacramentos, pero es mucho mejor que los padres además enseñen con sus vidas. Que la Palabra Divina de este domingo nos ayude a evaluar nuestro compromiso cristiano. Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro