¿Piensan acaso que he venido a traer la paz la tierra? De ningún modo. No he tenido traer la paz
(Lc 12, 49-53)
El lenguaje utilizado en el Evangelio de este domingo es sumamente enigmático e incluso perturbador, para poder entender mejor el contenido de este pasaje debemos tener en cuenta la mentalidad apocalíptica que abundaba en tiempos de Jesús, la cual afirmaba que el mundo era malo y por tanto tenía que desaparecer para dar paso al mundo bueno futuro, el Reinado de Dios.
Veamos algunos elementos del texto para entender mejor
He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!
Lo primero que viene a la mente es un campo ardiendo, o el fenómeno frecuente en la guerra del incendio de campos, frutales, casas, ciudades… Esta idea encaja bien en la mentalidad apocalíptica: hay que poner fin al mundo presente para que surja el Reino de Dios. En Verdad la propuesta de Jesús es radical un fuego destruye, pero al final purifica.
Tengo que pasar por un bautismo.
“Bautizar” significa normalmente “lavar”. Esa idea la aplica Juan (y otros muchos judíos desde el profeta Ezequiel) al pecado: en el bautismo, cuando la persona se sumerge en el río Jordán, se lavan sus pecados; al mismo tiempo, simbólicamente, la persona que entra en el agua muere ahogada y sale una persona nueva. El bautismo equivale entonces a la muerte y el paso a una nueva vida. Así lo usa Jesús en un texto del evangelio de Marcos, cuando dice a Juan y Santiago: ¿Serán capaces de beber la copa que yo he de beber o bautizarse con el bautismo que yo voy a recibir? (Mc 10,38). Jesús ve que su destino es la muerte para resucitar a una nueva vida.
¿Piensan que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
Estas palabras se podrían interpretar como simple consecuencia de la actividad de Jesús: su persona, su enseñanza y sus obras provocan división entre la gente, como ya había anunciado Simeón a María: este niño “será signo de contradicción”. Pero en realidad Jesús habla de una división muy concreta, dentro de la familia, y eso favorece otra interpretación: Jesús viene a crear un caos tan tremendo (simbolizado por el caos familiar), que se requiere un nuevo comienzo.
¿Qué quiere decirnos Lucas uniendo estas tres frases? El lenguaje resulta lejano al hombre de hoy. Pero creo que lo esencial es saber que el Mensaje de Jesús no consiste en una propuesta milagrosa, mágica y fantasiosa. Lo que Jesús anhela y provoca es la desaparición de una mentalidad y forma de vida engañosa. Para un cambio verdadero, para un triunfo duradero no existen atajo ni caminos fáciles y rápidos. Si alguien en verdad tiene ganas de triunfar y trascender debe estar dispuesto a luchar, a renunciar, a disciplinarse. La segunda lectura de este domingo nos ayudará mejor a entender el Mensaje del Evangelio: “corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante”. Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro