Domingo IV de Pascua
Yo soy el Buen Pastor
Jn 10, 11-18
En los domingos anteriores se han recordado diversas apariciones de Jesús resucitado. A partir de este domingo y hasta la Ascensión las lecturas del evangelio, tomadas siempre del evangelio de san Juan, se centrarán en diversos aspectos de la relación entre Jesús y el cristiano: buen pastor, vid y sarmientos, mandamiento nuevo, oración sacerdotal.
El buen Pastor
La imagen del pastor era frecuente en el Antiguo Oriente para referirse al rey: simbolizaba la relación correcta con sus súbditos, que no debía ser despótica sino preocupada por su bienestar. Jesús se la aplica, pero llegando a un extremo que no se da entre los pastores: da la vida por sus ovejas. Es cierto que un pastor, a diferencia del asalariado, está dispuesto a luchar con el lobo para defender al rebaño. Pero no es normal que esté dispuesto a morir por sus ovejas. A tanto no llega. Jesús, en cambio, ve así su misión: dar la vida por ellas. No lo hace por obligación, forzado, sino libremente. Sabiendo que esa vida que entrega la podrá recuperar. Y esto tampoco puede hacerlo un pastor normal y corriente. Aunque el evangelio hable de Jesús como “el buen pastor” debería haber dicho: bueno y absolutamente excepcional. Este pasaje del evangelio concede también especial importancia al futuro de Jesús: a su labor con respecto a otras ovejas, a las que debe buscar para que hay un solo rebaño y un solo pastor. Es una referencia a las comunidades cristianas que se irían formando en países paganos y a todos nosotros.
Las Ovejas
En la actualidad comparar a un grupo de personas con un rebaño, dejos de ser un calificativo honorable, se convierte en algo despectivo. Una sociedad que continuamente esta en luchas por conquistar libertades, y auto determinarse no quiere estar sometida a nadie. Esta búsqueda por la autonomía y la libertad es buena en sí, pero encierra un gran peligro, el peligro de perder el rumbo y terminar siendo esclavo de lo que se busca liberar. Es común ver hoy a muchos sectores de la sociedad, que en la búsqueda de su plenitud han sido adsorbidos por distintas formas de alienación. Basta mencionar un ejemplo para danos cuenta de la absurda forma de vivir. Pensemos en la moda y el culto al cuerpo, que nos ha propuesto como estándares de bienestar y belleza figuras ridículamente delgadas aderezadas por el insaciable propósito de conservar la eterna juventud. Objetivamente hablando estos ‘supuestos valores’ son totalmente antinaturales, humanamente inalcanzables y por tanto generadores de una continua insatisfacción. Sin quererlo la sociedad del siglo XXI ha caído en su propia trampa, al querer liberarse nos hemos enredado en la telaraña sofocante impuesta por criterios externos. Sin quererlo nos hemos convertido en ovejas, o, en borregos quizás.
Escucharán mi voz
¿Por qué tendríamos que escuchar a alguien que pretende mostrarnos en que consiste en arte de vivir? Esto es lo que el Evangelio de hoy intenta responder. Jesús el Buen Pastor, se presenta como alguien digno de confianza pues ha mostrado como garantía la prueba suprema de amor: Dar la vida por sus ovejas, esto contrasta con todas las voces que afirman, o se dice que son, los pastores de la humanidad, pero que son incapaces de salvar. Solo son «encantadores de serpientes, o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren». (Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2018).
Utilizando la metáfora el evangelio continúa desarrollando su significado: El buen Pastor conoce a las ovejas y ellas lo conocen a él. En la tradición griega, se piensa que el conocimiento es análogo a ver, con el fin de captar la naturaleza de un objeto; para el hebreo, conocimiento significa experimentar algo, por lo tanto, el conocimiento de Dios para el griego es principalmente la contemplación de la realidad divina; para el hebreo significa entrar en una relación con Dios. Dios se ha hecho experiencia, camina en nuestra historia sabe de nuestras preocupaciones, conoce nuestras aspiraciones.
Queridos hermanos, démosle a Jesús, el Buen Pastor, el beneficio de la duda, démonos la oportunidad de escuchar, es decir, comprender su propuesta de vida y plenitud que tiene para cada hombre. Pues si no escuchamos la voz de Aquel que nos ha amado hasta el extremo, si no aprendemos a confiar en quien nos ama y ha dado prueba de ello, corremos el riesgo de perdernos en al ruidoso mundo con multitud de voces con confunden, extravían y terminan generando insatisfacción y esclavitud.
¡Felices Fiestas Pascuales!