PALABRA DOMINICAL: DOMINGO 3º DE ADVIENTO Mt. 11, 2 – 11 Un mundo con mas presencia divina…

DOMINGO 3º DE ADVIENTO

Mt. 11, 2 – 11

UN MUNDO CON MAS PRESENCIA DIVINA…

Mons. Faustino Armendaris

Juan Bautista toma la iniciativa de enviar a sus discípulos a preguntarle a Jesús, si es el que va a venir o tienen que esperar a otro. La respuesta de Jesús es: “Vayan y cuenten lo que han visto y oído…”

La celebración de la navidad esta ya a la puerta, por eso percibimos un gran gozo en la liturgia de este domingo; por eso en la antífona San Pablo exhorta: “Estén siempre alegres en el Señor, se los repito, estén alegres. El Señor está cerca”. En todas las lecturas predomina el gozo por el hecho de que Dios y la salvación están ya cerca. No es una alegría más, de las que podamos tener cotidianamente o superficial, es un gozo profundo, es la alegría de sentirnos salvados por Cristo que viene a nuestro encuentro y nos libera de las fuerzas del mal; es una alegría que no conquistamos sino que es un don de Dios.

También es importante señalar que seguimos preparándonos a acoger a Jesús en nuestro mundo y en nuestra vida. Como signo de esa acogida y de esa espera encendemos hoy el tercer cirio de nuestra corona de Adviento. Tanto el evangelio del domingo pasado como el de hoy nos han hablado de Juan el Bautista. La semana pasada Juan invitaba a quienes escuchaban a estar preparados para acoger  Jesús, y han   hacerlo de una manera concreta. Hoy, desde la cárcel, envía a sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? Como hacemos también nosotros mismos a menudo, cuando no conocemos o no entendemos algo. Juan pregunta.

La respuesta de Jesús invita a abrir los ojos y a mirar, a afinar el oído y a escuchar. El mensaje que Jesús comunica se muestra con claridad, puede verse y escucharse de forma concreta y palpable, ya que se concreta en hechos y en palabras. Es cierto que Jesús se niega a responder directamente la pregunta con un sí o un no. Prefiere remitir a los hechos como signos evidentes de la llegada y de las características del Reino de Dios, tal como estaba anunciado: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen lo leprosos quedan curados, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Queda claro en donde empieza y en que consiste el reino mesiánico anunciado por los profetas: curar donde hay llagas, curar donde hay corazones tristes, atender al que no tiene a nadie que se ocupe de él, optar por la vida. Los que anuncian la muerte, la  violencia, el olvido de Dios o el prójimo, no pueden presentarse como enviados de Dios.

No han salvado al mundo las megalomanías racistas ni las ideologías con esperanzas de paraísos terrestres que se convirtieron en dolor, incertidumbre y angustias. En todas partes puede haber elementos humanos para la edificación  de un mundo mejor, para la construcción de la ciudad terrena dentro de la ciudad de Dios. Pero la salvación total viene de la acotación total de Dios en la vida y de la práctica de las virtudes anunciadas por Jesús. Curar, consolar, proteger, potenciar la vida, enseñar a todos la verdad son características definitorias de la llegada del Reino de Dios. Un mundo con más presencia divina, se convierte auténticamente en un mundo más humano.