PALABRA DOMINICAL: DOMINGO 28º DEL TIEMPO ORDINARIO, Lc. 17, 11 – 19.

DOMINGO 28º DEL TIEMPO ORDINARIO
Lc. 17, 11 – 19

Mons. Faustino Armendaris

El evangelio nos presenta la oración de los diez leprosos “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”; al final, al verse curados solo uno regreso a agradecer.

Para los judíos, el leproso paga en su carne por castigo de Dios, los crímenes conocidos u ocultos. Por eso es comprensible la severa legislación del libro del Levítico: “El afectado por la lepra llevara los vestidos rasgados y desgreñada la cabeza, e ira gritando: impuro, impuro. Habitara solo. Fuera del campamento tendrá su morada”. San Lucas nos habla de diez leprosos que se habrían juntado para llevar en compañía su tragedia. Resulta curioso que entre ellos había un samaritano, alguien de otro bando en religión y también en política. Esto nos hace ver que casi siempre el dolor nos hace más solidarios que la prosperidad.

Les estaba prohibido acercarse a otra persona, por eso le gritan al Señor desde lejos, llamándole Jesús y Maestro: “Ten compasión de nosotros”. Jesús, en lugar de un complicado ritual los envía al sacerdote, y mientras iban de camino quedaron curados. Ahora, ya sanos, podrían ser restituidos a la comunidad; se vieron curados de repente, sintieron una carne nueva y no había más dolor en su cuerpo. Nueve de ellos, llenos de emoción, apuraron el paso; pero uno de ellos dio marcha atrás, en busca del Señor para agradecerle y alabarle a grandes gritos. Era el samaritano. Jesús valora el gesto de uno y pregunta “¿no eran diez?”.

Dar gracias, saber agradecer es un sentimiento profundamente cristiano y humano. Saber decir “gracias” cuando, por ejemplo, se recibe un regalo es una de las cosas que primero se enseñan como parte de una buena educación.

Decir “muchas gracias” es una cosa que cuesta poco pero, si sale de dentro, es una de las expresiones más nobles del corazón humano. El agradecimiento es muchas veces lo único que podemos devolver por los beneficios recibidos. Si es sincero, eso basta. El que no es agradecido es en realidad sumamente pobre, lo mismo en la valoración humana que en su valoración ante Dios.

Es importante resaltar que el samaritano vio en la curación algo más que la liberación de la lepra. Vio el amor de Dios en su curación, y volvió lleno de fe a dar gracias. Jesús le dijo: tu fe te ha salvado. Es lo más esencial del relato.

Porque no es lo mismo curar que salvar. Curar se refiere a lo físico, lo exterior, en este caso la lepra. Salvar es también interioridad, y engloba la totalidad de la persona. El samaritano agradecido queda curado por la lepra y a través de la curación creyó, y por la fe encontró la salvación. Tu fe te ha salvado. Ser salvado es reconocer a Jesús como enviado de Dios y seguirle.

Que el encuentro con Jesús transforme nuestra vida y sane nuestras lepras, del pasado y del presente, recorriendo así el camino de nuestra salvación, el camino de la santidad.