« El camino para ir al cielo es la Caridad».
En el evangelio de este domingo Jesús narra a los fariseos la “parábola del hombre rico y del pobre Lázaro” (Lc 16, 19-31), con la intención de poner ene videncia la realidad que vivían muchos de ellos. En dicha parábola el rico vive en el lujo, en la opulencia, en el egoísmo, viste de purpura y lino, pero cuando muere, acaba en el infierno. El pobre, cuyo nombre es Lázaro, en cambio, se alimenta de las sobras de la mesa del rico, vive enfermo, su vestido son las llagas que hasta los perros le lamben, a su muerte es llevado por los ángeles a la morada eterna de Dios y de los santos. De ambos, el texto nos permite conocer la su nueva realidad en la que se encuentran después de su muerte, incluso el lugar en donde están. El pobre Lázaro goza del consuelo y de la dicha de estar junto Abraham; el rico, en cambio, gime en medio de tormentos, de la desventura y de la aflicción, suplicando con gritos, piedad, misericordia, ayuda. La triste realidad es que entre ambos existe una barrera impenetrable ni de aquí para allá ni de allá para acá. El rico insiste rogando en la posibilidad de hacer algo para que mucho de los suyos que viven como él, reciba una señal de lo alto para que cambien de vida y enderecen su camino, sin embargo, la realidad es que la señal está ya dada, “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen. Si no escuchan a moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto” (vv. 29. 31).
El mensaje de la parábola es muy profundo, va más allá de lo que escuchamos: Jesús no hace ningún juicio, simplemente desvela la realidad, invitando a su auditorio a discernir la enseñanza de dicha parábola. Jesús nos invita a considerar la actitud y relación que tenemos para con los bienes temporales y el uso que les damos para buscar nuestra salvación, además nos hace ver que, mientras estamos en este mundo, debemos escuchar al Señor, que nos habla mediante las sagradas Escrituras, y vivir según su voluntad; si no, después de la muerte, será demasiado tarde para enmendarse.
Por lo tanto, esta parábola nos dice dos cosas: la primera es que Dios ama a los pobres y les levanta de su humillación; la segunda es que nuestro destino eterno está condicionado por nuestra actitud; nos corresponde a nosotros seguir el camino que Dios nos ha mostrado para llegar a la vida, y este camino es el amor que nos revelan las escrituras, no entendido como sentimiento, sino como servicio a los demás, en la caridad de Cristo.
Hace algunos días un señor me decía, cuestionándose sobre la vida futura, que le gustaría que alguien viniese a decirle que hay en la otra vida, de manera que con plena seguridad hiciese aquello que conviniese para su salvación. Creo que como él, existimos muchos, quienes deseamos que la fe sea según la lógica de nuestro tiempo: “verse y tocarse”, deseamos que alguien venga a decirnos lo que hay en la vida futura y entonces sí, vivir según su testimonio.
Sin embargo, hoy la palabra nos da una gran enseñanza, el reino de los cielos, la bienaventuranza futura se conquista en la medida en la cual hacemos efectiva la caridad. Le preocupa a Jesús que la bonanza y la comodidad, un fruto del trabajo y del esfuerzo cotidiano, nos tomen como prisioneros de nosotros mismos, de nuestros intereses, de nuestros egoísmos y que nos impidan darnos cuenta de que en medio de nosotros existen muchos “Lázaros” que no tienen siquiera lo necesario para vivir.
No esperamos morir e ir al seno de Abraham para darnos cuenta que la vida que llevamos, no fue suficiente para gozar de la contemplación del rostro de Dios. La palabra ya está dada: el camino para ir al cielo es el camino de la caridad. Moisés y los profetas sintetizan su mensaje en entender que la gloria se conquista en el ejercicio de la caridad. Más aún, Dios nos ha enviado a su Hijo Jesús, quien ha venido como el mensajero por excelencia para revelarnos todo cuanto convenga para nuestra salvación.
Hagámosle caso a él que con su vida, su palabra y su testimonio vino para revelarnos qua en el amor a Dios, al prójimo y a uno mismo está el camino para llegar al cielo.