Domingo 13 de enero 2019
Solemnidad del Bautismo del Señor
«Venga por agua; escúchenme y vivirán»
(Is 55, 1-11)
Acabamos de celebrar la fiesta de la Epifanía, con Jesús niño de menos de dos años, y de repente lo vemos ya adulto, en el momento del bautismo. De los años intermedios, si prescindimos de la visita al templo que cuenta Lucas, no se dice nada.
Este silencio resulta muy llamativo. Los evangelistas podían haber contado cosas interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; de la capital de la región, Séforis, a sólo 5 kms de distancia, atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos; de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto se cuenta; a los evangelistas no les interesa escribir la biografía de su protagonista.
Para explicar este silencio se aduce habitualmente la humildad de Dios, capaz de pasar desapercibido tanto tiempo, sin llamar la atención, sin prisas por cambiar al mundo, a pesar de todo lo que tiene que decir. Esta interpretación es válida, y deberíamos sacar de ellas consecuencias personales que frenasen nuestras prisas y deseos de notoriedad. Pero quien viene del Antiguo Testamento percibe también otro motivo. Los grandes personajes que en él aparecen nunca son importantes en sí mismos, sino por lo que contribuyen al progreso de la historia de la salvación. De Abrahán, Moisés, Josué, Isaías, Jeremías, Ezequiel… nos faltan infinidad de datos biográficos. A veces conocemos detalles pequeños sobre su familia o infancia. Pero, en general, su biografía comienza con el momento de la vocación, cuando el personaje queda al servicio de los planes de Dios.
En el caso de Jesús se aplica el mismo principio, para subrayar la importancia capital del bautismo como experiencia personal que transforma totalmente su vida. Todo lo anterior, aunque nos sorprenda, carece de interés. Es ahora, en el bautismo, cuando comienza la «buena noticia».
El bautismo de Jesús es un momento ideal para reflexionar sobre nuestro bautismo. La primera lectura, aunque extensa y un poco misteriosas nos propone cuatro puntos para reflexionar.
1. Nos ayuda a vernos como personas con hambre y sed, que intentamos saciar con productos caros e inútiles, sin buscar el verdadero alimento.
2. El bautismo nos transmite las antiguas promesas y la alianza establecida por Dios con David. Nosotros somos el pueblo desconocido que corre hacia el Señor.
3. Si no corremos hacia él, debemos convertirnos, cambiar de camino, buscarlo; él es rico en perdón y se dejará encontrar.
4. Y esto, que puede parecer una ilusión imposible, se realizará porque la Palabra de Dios fecundará nuestra vida como la lluvia y la nieve hacen germinar la semilla.
Que esta solemnidad nos ayude, a reflexionar en nuestra decisión personal de seguir a Jesús, sobre nuestra disposición de estar el servicio del Reino de Dios. Amén .
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro